Lo cual no impide, claro, que pretenda servirse de sus instituciones, al igual que se sirve, subvenciones mediante, del dinero de todos los catalanes. Un ejemplo de ello, y de su actividad, es el informe «Cataluña independiente en el seno de la Unión Europea», elaborado juntamente con la Fundació Cercle d’Estudis Sobiranistes —presidida por el inefable Alfons López Tena— y que no aspira sino a convencernos de que Europa está esperando con los brazos abiertos el advenimiento de un Estado catalán. Otro es esa «Hoja de ruta para la mejora de la lengua catalana en la Unión Europea en los próximos meses», a la que los eurodiputados catalanes de las fuerzas integradas en el tripartito y de CIU se han adherido este mismo miércoles en el Parlamento de Estrasburgo.
Vaya por delante que la hoja de ruta en cuestión es bastante modosita. Quiero decir que no aspira, pongamos por caso, a que el catalán se convierta en la lengua franca de la UE. Le basta con exigir, por un lado, el cumplimiento de los acuerdos relativos al uso del idioma firmados por España con distintos órganos de la UE y el de los recogidos en las conclusiones del Consejo Europeo de 2005 —¿por qué no se habrán cumplido, lo sabe alguien?—, y con proponer, por otro, nuevas medidas cuyos máximos beneficiarios serían, en el supuesto de que fueran tenidas en cuenta —lo cual, visto lo anterior, resulta harto improbable—, un número indeterminado de traductores e intérpretes.
Pero, más allá de esas miserias, lo realmente significativo son las declaraciones de uno de los eurodiputados adheridos a la hoja dichosa, el republicano Oriol Junqueras. Según Junqueras, resulta lamentable que el reconocimiento de una lengua hablada por 10 millones de habitantes sea una tarea tan ardua. ¿Cómo dice? ¿Desde cuándo el catalán lo hablan 10 millones de personas? Lo hablarán, o sea, lo tendrán como lengua de uso habitual —que en eso consiste hablar una lengua—, unos cinco millones, seis a lo sumo. Y gracias. Lo demás son sueños. O desvaríos, en los que, o bien se confunde la competencia con el uso, o bien se considera que todo ciudadano de Cataluña, Baleares o la Comunidad Valenciana, por el mero hecho de serlo, se convierte al punto en un hablante, presente o futuro, del catalán. Lo cual, no hace falta añadirlo, es falso de toda falsedad. Como esa ruta con hojas a la que se agarra, día tras día, el nacionalismo.
ABC, 27 de febrero de 2010.