Anna Elvira es la portavoz de USTEC-STEs, o sea, de la rama catalana de la Confederación de Sindicatos de Trabajadores de la Enseñanza, nacida —Wikipedia dixit— «del asamblearismo docente de la transición a la democracia». Pues bien, a pesar de ese asamblearismo de cuna, Elvira ha «exigido» al Gobierno y al Parlamento de Cataluña que lideren el «boicot» de todo el sector educativo a la llamada ley Wert, la Lomce. Y ha añadido: «Debemos recibir instrucciones precisas para actuar todos coordinadamente». Por supuesto, ese «todos» de Elvira no afecta sólo a los afiliados a USTEC; también al resto de las entidades y organizaciones que conforman el llamado Movimiento Unitario de la Comunidad Educativa (MUCE), que incluye a asociaciones docentes, estudiantiles y progenitoras de alumnos —cuyos portavoces son a menudo exdocentes o docentes en activo— felizmente incardinadas en el nacionalizquierdismo o en el nacionalismo a secas. Las instrucciones, pues, deben ir dirigidas a todo el colectivo, o sea, al MUCE. El movimiento es hoy, en el campo educativo, lo que los franceses llaman la force de frappe. La ley les incumbe, en la medida en que lamina o puede laminar su estatus y, en definitiva, su poder, y no están dispuestos a aplicarla. Por eso ils frappent. He aquí su programa —y su léxico y su sintaxis—: «Blindar el catalán como lengua vehicular, dejar que los centros y los consejos escolares escojan sus currículos, se apueste por el programario libre que ofrece internet, se boicoteen las evaluaciones externas derivadas de la Lomce y se refuercen las líneas de participación que garantizan el control democrático de las escuelas». Pero así como en Baleares, donde han armado este curso un movimiento parecido, el adversario, en primera instancia, es el Gobierno regional, en Cataluña no hay otro enemigo a batir que el Gobierno central. O sea, el de España. De ahí que los paniaguados de la enseñanza catalana, conscientes de que Cataluña está en guerra con España, pidan a Mas y a los suyos instrucciones. Instrucciones precisas. No vaya a suceder que, como en las historietas, sus propios proyectiles acaben derribándolos.