Todo se reduce, al cabo, a saber quién manda aquí. Y aquí manda, no nos engañemos, la Generalitat, ayudada por los múltiples tentáculos que ha ido desarrollando durante décadas y que alcanzan ya al conjunto de la administración y a gran parte del mundo socioeconómico y asociativo. Tanto más cuanto que ese poder, basado en el reparto de cargos y prebendas, se ha establecido —como corresponde, sin duda, a todo nacionalismo que se precie— a partir de la contraposición entre un «nosotros» y un «ellos» o, si lo prefieren, a partir de la concesión o no concesión de salvoconductos de catalanidad. Así las cosas, a nadie debería sorprender que existan hoy en Cataluña tan pocos padres dispuestos a exigir que sus hijos sean escolarizados también en castellano —y ello a pesar de la labor, nunca suficientemente alabada, de entidades como la Asociación por la Tolerancia o Convergencia Cívica Catalana—. ¿Quién va a exponer a su vástago al oprobio de ser separado del resto del grupo para recibir eso que llaman «una enseñanza individualizada en castellano»? ¿Quién va a permitir que sea señalado por sus compañeros y maestros —por la institución escolar, en definitiva— con el estigma de la ajenidad? Ante ese tipo de peligros, toda sentencia acaba siendo papel mojado. Comprendo la satisfacción con que han sido recibidos los recientes autos del TSJC por los que, en adelante, cuando un alumno pida recibir la enseñanza en castellano, un 25% de las clases, como mínimo, deberán impartirse en esta lengua. Pero es inútil. La Administración seguirá haciendo oídos sordos. U ofreciendo, a cambio, la vía del escarnio individualizado. O mintiendo al afirmar sin aportar prueba alguna —como hizo anteayer la consejera Rigau— que en un 14% de los centros educativos se imparten ya materias en castellano. No, lo único que puede cambiar en verdad la situación es la percepción de que en Cataluña, antes que la Generalitat, manda el Estado. O sea, el Estado de derecho, el orden jurídico vigente. Mientras eso no ocurra, esos miles de familias deseosas de que sus hijos reciban una enseñanza bilingüe van a seguir quedándose con las ganas.

(ABC, 8 de febrero de 2014)

Quien manda aquí

    8 de febrero de 2014