El Congreso de los Diputados se manifestó anteayer por primera vez, y de forma abrumadora, en contra de los designios de Artur Mas y sus compañeros de viaje. Los Grupos Popular, Socialista y de Unión, Progreso y Democracia unieron sus votos para rechazar, por un lado, la «Declaración sobre el derecho a decidir» aprobada por el Parlamento catalán el pasado septiembre y, por otro, para instar al Gobierno a seguir utilizando la Constitución y el ordenamiento jurídico para garantizar el cumplimiento de la legalidad, en alusión —más que velada, por las presiones socialistas— al incumplimiento por parte de la Generalitat de las sentencias de los tribunales sobre la escolarización en castellano. Esa conjunción del voto —equivalente a un 86% de la Cámara, por más que anteayer alcanzara tan sólo un 77%— no se habría logrado de no ser por el empeño de UPyD y por la habilidad de su jefa de filas, que transigió con unos y con otros, y en especial con los socialistas, a fin de que la moción prosperase. En todo caso, bien está lo que bien acaba. Pese a que todavía falta para que la propuesta remitida por el Parlamento autonómico sea debatida en las Cortes, la votación de este jueves prefigura nítidamente su resultado o, lo que es lo mismo, el fracaso de la iniciativa y el consiguiente fortalecimiento del Estado de derecho. Pero también recuerda, por si alguien lo había olvidado, la permanente incomodidad del conglomerado socialista, con ese garbanzo en el zapato llamado PSC, cada vez que los asuntos de Cataluña ocupan al primer plano. Así, Alfredo Pérez Rubalcaba ya ha declarado que no habrá más apoyos de sus huestes a mociones de este tipo. Aunque acaso lo más significativo no sea esa afirmación del presidente del Grupo Socialista, sino la de Albert Soler, portavoz de los diputados catalanes a él adscritos. «Nosotros no somos PP y UPyD», ha indicado Soler, emulando a Karina. Cierto, PSOE y PSC no son «ni Romeo ni Julieta» ni están, que se sepa, «en la Italia medieval». Y hasta puede que no sean «actores de un romance sin final». Pero de lo que no hay duda es de que ambos viven «prisioneros del temor».

(ABC, 22 de febrero de 2014)

No, no son ni Romeo ni Julieta

    22 de febrero de 2014