Por lo que voy leyendo, son ya unos cuantos los catalanes que abogan desde posturas no independentistas por la celebración de un referendo en Cataluña. Eso sí, siempre y cuando ese referendo se celebre dentro de la legalidad o, lo que es lo mismo, siempre y cuando los gobiernos de España y de Cataluña lleguen a un acuerdo que lo haga posible. Se trata, en el fondo, de «la doctrina Navarro», sólo que sin el llamado «derecho a decidir» a modo de justificante.
Francesc de Carreras lo ha propuesto ya en más de una ocasión,
como recordaba el otro día Arcadi Espada. Y ayer mismo lo hacía el profesor y ensayista
Jordi Gracia en «El País». A grandes rasgos, su argumentación parte del hecho incontestable de que la situación política catalana ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos, toda vez que el independentismo se ha convertido en una opción partidista ampliamente compartida –lo que ha comportado asimismo que la opción contraria, la autonomista o constitucionalista, haya ido aflorando y consolidándose de forma notoria–, para concluir que no queda otro remedio que intentar salir del atasco convocando una consulta que incluya una pregunta clara y terminante –dado que la situación presente, lejos de revertirse, no hará sino acentuarse en el futuro–.
Francamente, me cuesta entender que alguien con los conocimientos de Gracia –y no me refiero tan sólo a los que resultan de su formación académica, sino también a los propios de quien lleva toda su vida en Cataluña–, alguien que se declara no independentista, pueda creer en la viabilidad de semejante propuesta. Dejemos a un lado el contraargumento mayor –el vinculado a la soberanía nacional del pueblo español, consagrado en la Constitución– y especulemos por un momento con la posibilidad de un referendo. ¿Puede celebrarse con los medios de comunicación públicos y gran parte de los privados en manos del Gobierno autonómico? ¿Puede celebrarse después de más de tres décadas de adoctrinamiento escolar y mediático? Sí, claro, puede. Siempre que uno, no siendo independentista, esté dispuesto a perderlo con casi total seguridad.
(ABC, 3 de agosto de 2013)