2. Cobardes. El soberanismo que nos invade ofrece siempre un punto de cobardía, no exento de acomplejamiento. Ahora la Generalitat va a montar, parece, su Lotería de Navidad. Pero no. Es la de fin de año. Como los discursos presidenciales autonómicos, que tampoco compiten con el del Rey Juan Carlos. ¿Respeto? En absoluto. Hay que imitar al Estado, comportarse como si Cataluña lo fuera, pero sin exponerse. No vaya a resultar que la audiencia televisiva y los premios concedidos no admitan comparación posible.
3. Refresco. Si no tienen lectura para el verano, o incluso si ya la tienen, les aconsejo que se procuren un ejemplar de «El manicomio catalán», de Ramón de España. Se trata de un libro ligero, refrescante, ideal para afrontar los rigores de la época. Y no sólo los derivados del termómetro. A medio camino entre la memoria personal y la crónica política, «El manicomio catalán» contiene algunos de los mejores retratos de la nomenclatura regional que nos ha gobernado y nos gobierna. Se reirán y, a ratos, hasta se carcajearán. Que ya conviene.
(ABC, 10 de agosto de 2013)