Ignoro si a día de hoy la Fundació Catalanista i Demòcrata Trias Fargas habrá entregado ya a los actuales gestores de la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música la copia de los convenios que justifican que 630.000 euros de la segunda fueran a parar, por obra y gracia de Félix Millet, a las arcas de la primera. Según parece, la demora en la entrega de esos papeles no tiene otra explicación que el accidente de moto sufrido por su presidente, Agustí Colomines, por lo que cabe esperar que, una vez restablecido el motorista, la fundación vinculada a CDC pueda entregar los justificantes requeridos y demostrar, de este modo, la legalidad del dinero ingresado —y a estas alturas, por supuesto, más que gastado—.

Pero, aun así, el responsable del responsable de la Trias Fragas, o sea, Artur Mas, secretario general de CDC, ha creído conveniente ir más allá en el proceso de dignificación de la entidad. No, no se trata de adoptar ninguna medida profiláctica, ninguna norma que impida, en adelante, la repetición de esas presuntas irregularidades, sino de algo mucho más sutil; se trata de liberar la memoria del político catalanista —de cuya muerte en Ocata, en pleno mitin electoral, se acaban de cumplir veinte años— de los vaivenes de la política. Según Mas, la figura de Ramon Trias Fargas se ha visto sometida, por el simple hecho de formar parte del nombre de la fundación, al «pimpampum de la politiquería», y eso no puede ser. De ahí que, en el futuro, si el Patronato no opina lo contrario —que no lo hará—, la entidad pasará a llamarse, simplemente, Fundació Catalanista i Demòcrata.

Me parece fantástico. Dejando a un lado que cualquier político, le agrade o no, va a estar siempre sometido al pimpampum de la politiquería, al bueno de Trias Fragas y a lo que quede de su memoria más vale alejarlos de los manejos de Artur Mas y los suyos. Pero lo interesante del caso es comprobar cómo CDC y el resto de las fuerzas políticas catalanas, con la excepción de IC y el PP —Ciutadans ni siquiera se atrevió a dar el paso—, tienen fundaciones «ad maiorem gloriam» de alguno de sus ilustres militantes: Rafael Campalans (PSC), Josep Irla (ERC) y Miquel Coll i Alentorn (UDC). Quiero decir que todos esos partidos, a la hora de financiar algunas de sus actividades, se han servido del pasado a su antojo, impunemente, sin reparar en gastos —y nunca mejor dicho—. Y ahora, cuando el presente empieza a manchar ese pasado —como ocurre con la Trias Fragas, pero también, aunque en menor medida, con las demás—, ahora se echan atrás y reducen el nombre de la fundación a un enunciado intrascendente, como ese «CatDem» acronímico que tanto gusta a Artur Mas y que lo mismo sirve para un barrido que para un fregado.

Y es que eso les pasa, en el fondo, por no ser previsores. Si le hubieran puesto a la fundación, pongamos por caso, Macià Alavedra, o Lluís Prenafeta, se habrían ahorrado muchos disgustos.

ABC, 7 de noviembre de 2009.

Las fundaciones y sus nombres

    7 de noviembre de 2009