1. Al día siguiente de anunciar que no iba a ser el candidato de Iniciativa per Catalunya Verds en las próximas elecciones autonómicas, Joan Saura hizo unas declaraciones al que sin duda es su diario. Y, entre otras cosas, dijo allí lo siguiente: «(…) lo que quiero es vivir un poco mejor después de 30 años en política». Dejemos a un lado, si les parece, ese «un poco», tan de izquierdas, con que el consejero de Interior rebaja, de cara a la galería, sus expectativas de mejora, y vayamos a lo esencial. Lo esencial es que Saura no abandona la política ni, por consiguiente, la posibilidad de vivir de ella. Simplemente, renuncia a repetir como candidato. Y lo esencial es que, aun así, aspira a vivir mejor. Dado que entre las renuncias no van a estar ni el sueldo, ni las dietas, ni el coche oficial, ni los viajes pagados, ni —en un futuro más o menos próximo— el jugoso retiro de consejero, ¿qué puede significar para Saura vivir mejor? Pues, seguramente, tener más tiempo libre. O, lo que es lo mismo, ver premiada su entrega y dedicación. Ante semejante aspiración, uno no puede por menos de comprender que los españoles, tal como indica la última encuesta del CIS, consideren a la clase política el cuarto problema del país, por detrás del paro, el terrorismo y la inmigración.
2. Joan Ramon Resina es un catalán que vive y profesa en California y que, desde allí, observa el declive de Barcelona. Perfecto. Aunque no muy original, la verdad: baste indicar que algunos venimos observando algo parecido sin necesidad de ir tan lejos. Claro que hay declives y declives, y el observado por Resina no tiene nada que ver con el nuestro. Él cree que la ciudad ha caído en barrena porque le ha faltado fe en la nación, o sea, catalanidad por un tubo; nosotros creemos que los porqués de la podredumbre se hallan en partes no tan nobles. Pero también hay quien considera que en Barcelona no existe ninguna decadencia. A comienzos del año pasado, por ejemplo, cuando Resina difundió sus tesis, Ferran Mascarell, un optimista histórico, las rebatió públicamente, apelando al vigor inmarcesible de la ciudad. Pero eso fue entonces. Ahora, sostiene Resina, las cosas han cambiado. Y aduce, como muestra, el hecho de que Mascarell abrace ya sin complejos la causa de la nación catalana y de que Josep Ramoneda, su compañero de doctrinas urbanas, abogue incluso en los papeles por la mismísima independencia de Cataluña. Lo que decíamos, el declive de Barcelona.
3. En Palma de Mallorca acaban de detener a una banda dedicada al robo de pisos en plena noche, mientras sus moradores dormían. Cuentan las crónicas que los cacos entraban en las viviendas por las ventanas y los balcones abiertos, a los que se encaramaban trepando por cañerías y cables de electricidad. Pero lo sensacional del asunto no es esto; es la composición de la banda. Apunten: un alemán, un rumano, una española y un nigeriano. Nunca pensé que la práctica de la multiculturalidad llegara tan lejos.
ABC, 8 de agosto de 2009.