1. Josep Lluís Carod-Rovira continúa ofreciéndose. Un poco como los futbolistas cuando quieren el balón. Sólo que él, en vez de aspirar al balón, aspira al cargo. Antes, su liderazgo se daba por hecho. Ahora, en cambio, lo que se da por hecho es el liderazgo de Puigcercós, así en el partido como en las listas electorales. Con todo, Carod-Rovira no desfallece. Quiere seguir. Natural: ningún político dice basta si todavía se ve capaz de medrar. Aunque lo peor no es eso; lo peor son sus razones. Por ejemplo, que alguien con su experiencia tiene el «deber» de «poner a disposición del partido todo este capital político» —y el partido la obligación de contar con él, se supone—. O que una persona que entró en política «a los 12 años (…) no se retira a los 57». La verdad, no sé qué clase de política haría Carod a los 12 años, como no fuera la de cantar alguna canción prohibida alrededor de un «foc de camp». Pero lo que sí sé es que las adicciones son peligrosas, llámense tabaco, sexo o política. Y que más vale quitarse de ellas cuanto antes, sobre todo si uno las viene arrastrando desde la más tierna edad.

2. El Museu d’Història de Catalunya ofrece hasta el 24 de septiembre una exposición muy instructiva. «Retallables de la guerra civil (1936-1939)», se llama. La exposición permite imaginar cómo debieron ser estos años para los niños españoles. Más allá de la tragedia cotidiana, fueron un juego. Un juego de niños. A uno y otro lado del frente, los pequeños, ayudados tal vez por algún abuelito, iban recortando soldados, tanques, aviones, ambulancias, destructores, y plegándolos por la línea de puntos hasta darles una apariencia real. Pero sólo recortaban y plegaban los suyos. Al enemigo, ni agua ni cartón. Así se deduce, cuando menos, de los pies de imprenta de cada una de las láminas expuestas en las paredes del museo. Por otra parte, la exposición también permite entender cuál es la función simbólica de las lenguas. No la de entonces, la de ahora. Un ejemplo. Al término del recorrido —breve, por lo demás—, el visitante se topa con dos vitrinas. Cada una contiene recortables, recortados y plegados esta vez, de uno de los bandos en liza. Junto a cada pieza, una cartela informativa. Las de la vitrina correspondiente al bando nacional están todas en castellano. Las de la correspondiente al bando republicano, todas en catalán. Así se interpreta la historia.

3. Las palabras del diputado Madina, secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, son las que mejor resumen el nivel del debate político en lo referente al culebrón estatutario. Según Madina, la sentencia del Constitucional hay que acatarla y punto. Ahora bien, al diputado no le cabe duda de que el Estatuto catalán es constitucional. ¿Por qué? Porque «si no, no lo habríamos aprobado». De lo que se deduce que quien está realmente facultado para interpretar la Constitución no es, como algunos creemos, el Alto Tribunal, sino nuestra clase política. Así las cosas, ¿de qué sirve tener un Poder Judicial?

ABC, 29 de agosto de 2009.

Postales veraniegas (5)

    29 de agosto de 2009