Ahora bien, que los negros reluzcan no significa que sean conocidos. Por lo general, un negro no tiene nombre, ni rostro, ni mucho menos personalidad. De lo contrario, no sería un negro. Claro que, como en todo, existen excepciones. Quizá la más aireada sea la de Henri Guaino. Guaino es el negro de Nicolas Sarkozy. Si sabemos de su identidad es porque un día, en plena campaña para las presidenciales francesas, la gente empezó a preguntarse quién le escribía aquellos discursos tan bien armados al entonces candidato Sarkozy. Y luego, porque, con el candidato ya presidente, Yasmina Reza publicó aquel opúsculo maravilloso llamado «El alba, la tarde o la noche», en el que había ido anotando, detalle a detalle, el curso de aquella campaña electoral y donde su mirada, cuando no estaba fija en el candidato —que era casi siempre—, solía estarlo en Guaino.
Pero, en los últimos tiempos, Guaino, a quien Sarkozy ha mantenido en su círculo de confianza, ha vuelto a ser noticia. Como negro. Mejor dicho, como negro incontinente. Resulta que a finales de mayo Claude Lanzmann, Bernard-Henry Lévy y Elie Weisel publicaron en «Le Monde» un artículo en el que denunciaban la ristra de declaraciones antisemitas de Faruk Hosni, actual ministro de Cultura egipcio y principal candidato a convertirse, con el beneplácito francés, en el nuevo director general de la Unesco. Y resulta que Hosni respondió a este artículo con otro en el que atribuía sus antiguas declaraciones a los excesos de un carácter poco dado a la contención. Pues bien, Natalie Nougayrède, también en «Le Monde», acaba de revelar que Guaino había leído la respuesta de Hosni antes de su publicación y que hasta puede que la hubiera escrito o retocado él mismo.
O sea, la incontinencia. Una enfermedad mucho más peligrosa, si cabe, que la mismísima gripe A.
ABC, 13 de septiembre de 2009