De ahí que este jueves, en el pabellón de la Mar Bella, se saliera. En lo manido, se entiende. Por ejemplo, cuando afirmó que sólo podría vencer en las elecciones de mañana si «la Cataluña culta, europea y moderna» votaba. Otra vez África, el analfabetismo, la España negra. Otra vez la Cataluña pujante, ilustrada, tan distinta del resto de la Península que sólo ella puede aspirar legítimamente a la condición de europea. Trasladen el tópico a cualquier otra región de cualquier otro país de Europa y seguro que todavía se mondan. Pues bien, aquí no, aquí cuela. Desde hace décadas. Al igual que también cuela la invocación del «una, grande y libre», que es como hay que entender la llamada presidencial a «combatir a aquellos que quieren imponer una sola lengua, una sola moral, un solo credo». Por supuesto, esos totalitarios, a juicio de Rodríguez Zapatero, no son otros que los que votan a la derecha. A la derecha española y españolista, claro, no a la autonómica y, en buena medida, independentista. En definitiva, esos indeseables son los que votan a la «derechona».
Contra el tópico no hay nada que hacer, excepto denunciarlo y confiar que, con el paso del tiempo, vaya dejando de ser común. Pero, ya que ha habido que sufrir esa interminable campaña electoral, quizá no estará de más indicar que, en Cataluña, los únicos que quieren imponer una sola lengua, una sola moral y un solo credo son los partidos que defendieron a capa y espada la necesidad de un nuevo Estatuto, entre los que se encuentra, en un primerísimo plano, el que lidera Rodríguez Zapatero. Y, si todavía les queda alguna duda al respecto, lean el proyecto de ley de educación catalana, emanado del nuevo Estatuto, y la disiparán al punto.
ABC, 6 de junio de 2009.