Si las cosas son como son y no como parecen —y no veo yo razón alguna para ponerlo en duda—, las elecciones que ayer se celebraron en España, más que unas elecciones europeas, fueron un ensayo general con vistas a unas próximas legislativas. De ahí que, una vez salvadas todas las distancias que haya que salvar y tras lamentar que la participación haya sido tan desoladora como la de hace cinco años, pueda uno sacar algunas conclusiones de cara a un futuro más o menos cercano. La primera es que el PP, ya por sus propios merecimientos, ya por los errores ajenos, ya por la suma de ambos factores, ha conseguido lo que jamás había logrado desde que Rajoy lidera el partido: ganarle al PSOE en unos comicios de ámbito nacional. Y no sólo ganarle, sino hacerlo además por una diferencia considerable, que permite a Rajoy consolidar su liderazgo, afianzar su estrategia y confiar en que tarde o temprano su formación pueda recuperar el Gobierno del país.
En lógica correspondencia, la clara victoria popular representa, si no un descalabro, sí un fuerte contratiempo para los socialistas. Aunque entre un partido y otro no haya más que dos escaños de diferencia, la distancia porcentual resulta harto significativa. Y lo peor para el PSOE y para su secretario general y presidente del Gobierno es que no parecen quedarles ya muchas cartas, ni en lo tocante a una remodelación del Ejecutivo, ni en cuanto a las medidas económicas que puedan todavía emprenderse.
Pero tal vez lo más notable, por novedoso, de los comicios de ayer sean los resultados de UPyD. Que el partido de Díez entrara en el Parlamento era algo previsto. Lo que ya no lo era tanto es que fuera la única fuerza que ha crecido con respecto a las generales del año pasado. Y no un crecimiento menor, sino de casi un cincuenta por ciento. No hay duda que algo se está moviendo en la política española.
ABC, 8 de junio de 2009.