Querido lector: ignoro cuántos años tiene usted. Pero si se da el caso de que está entre los 18 y los 35, año más, año menos; de que ha vivido toda su vida o gran parte de ella en Cataluña y de que no es nacionalista —o sea, catalanista en cualquiera de sus múltiples grados—, permítame que le felicite. Lo suyo tiene mérito. Usted no ha conocido otra Cataluña que la autonómica, ni otra España que la de las Autonomías. A no ser que sus padres tuvieran interés y dinero bastantes como para matricularle en un colegio extranjero, a usted lo habrán escolarizado según el modelo establecido en Cataluña para la escuela pública, privada y concertada. En lo lingüístico y en todo lo demás. Por otro lado, usted habrá consumido, en dosis tan variables como inevitables, los medios de comunicación del país y, en especial, la televisión autonómica, con su tufillo patriótico. Y, aun así, usted ha tenido el buen gusto de no ser nacionalista. Mi enhorabuena —que hago extensiva, sobra decirlo, a sus progenitores—. Pero usted es joven, le queda todavía mucha cuerda. Como ciudadano de Cataluña, le corresponderá tomar, dentro de nada, decisiones importantes. Y esas decisiones conviene que puedan tomarse en libertad, esto es, con conocimiento de causa. Por eso es necesario que contribuya usted a la apertura de un gran debate sobre el futuro de Cataluña que contrarreste, en lo posible, el discurso único que el nacionalismo se ha arrogado desde hace más de tres décadas. En fin, que debe usted saltar a la arena, pedir la palabra, pronunciarse. Otros lo hicimos ya en épocas pasadas y ahí seguimos, mal que bien. Pero nuestro ciclo ha terminado. O casi. El que ahora cuenta es el suyo, lector. Piense en su responsabilidad, en su responsabilidad ciudadana. Piense en la de gente que está esperando una palabra, un gesto, una señal para movilizarse. Y tenga usted por seguro que ese mérito que ya se le reconoce se volverá, con el tiempo, profundo agradecimiento.

(ABC, 22 de septiembre de 2012)

Carta catalana

    22 de septiembre de 2012