(ABC, 8 de septiembre de 2012)
He sido siempre partidario de conservar los restos. Cualquier resto, incluso el más insignificante, posee un determinado valor. Aunque sólo sea porque permite que uno se plante delante y diga, mientras observa esa placa, esa estatua, ese edificio, ese pedazo de tierra: fue, significó, pasó —al margen de la consideración en que uno tenga al referente—. Comprendo que a veces no quede más remedio que extirpar o derribar. El progreso, claro. O la higiene, que a menudo viene a ser lo mismo. Pero, insisto: en la medida en que somos, en gran parte, lo que hemos sido, cuanto más conservemos, más y mejor nos conoceremos. Por eso, cuando las obras de cimentación de la futura Biblioteca Provincial de Barcelona, en el Mercado del Born, destaparon los restos de la trama urbana de comienzos del siglo XVIII, asediada y bombardeada por las tropas de Felipe V, me manifesté a favor de su salvaguarda. Y con más motivo, si cabe, cuando supe que el historiador García Espuche —exresponsable de exposiciones del CCCB y autor de un precioso libro, «El inventario», sobre la Barcelona de mediados del XVII— estaba al frente del proyecto museístico. Desde entonces han pasado 12 años. Y, entre lo gastado y lo que todavía se va a gastar —está previsto que se inaugure el 11 de septiembre de 2013—, la inversión ascenderá a 84 millones. Con todo, lo más grave no es esto. Lo más grave es que el nuevo director, el editor Torra, quiere que el centro cultural sea la «punta de lanza para la ambición nacional», lo que concuerda con los deseos del teniente de alcalde Ciurana —que, en definitiva, es quien lo ha fichado— de convertir el Born en el «centro neurálgico» de los fastos conmemorativos de 1714 —comisariados, por lo demás, por esos dos portentos del independentismo regional apellidados Calzada y Soler—. ¿Que todo esto se veía venir y sólo un cándido podía engañarse al respecto? Quizá. Pero, qué quieren, uno entonces aún se hacía ilusiones.
(ABC, 8 de septiembre de 2012)
(ABC, 8 de septiembre de 2012)