No estaba en mis cálculos hablarles de cálculos. Pero las palabras del presidente Mas me obligan a ello. Este jueves el Odiseo catalán ha realizado
en Madrid, ante un público de empresarios, una regla de tres. Ha dicho Mas: «Que no se cometa el peor error, que es minimizar lo que está ocurriendo (…). Un millón y medio en Cataluña sobre siete millones es la quinta parte. Es como si nueve millones de personas salieran en toda España». Cierto. El problema es que uno de los valores usados es falso. Según aquellos que se han tomado la molestia de contar los asistentes a la manifestación del martes, el número de movilizados apenas habría alcanzado la quinta parte de ese millón y medio. O sea, que estaríamos, Mas, en la quinta parte de la quinta parte. Es más, incluso en este supuesto, cualquiera con un mínimo de probidad eliminaría del recuento, aparte de a los curiosos y paseantes, a esa legión de párvulos y adolescentes a los que sus papás se han llevado de marcha, bien para educarlos en la ciudadanía —catalana, claro—, bien para no verse obligados a pagar un canguro. Aunque ya comprendo que los sueños del presidente difícilmente van a plegarse al imperio de la realidad y el razonamiento. Cuando uno sueña en pleno siglo XXI con llegar a Ítaca, y encima —lo que ya es tener mal gusto—, Lluís Llach mediante, es que está dispuesto a falsear cualquier valor. Incluso el de los clásicos como Heródoto —griego, por más señas—, que allá por el siglo V antes de Cristo dejó escrito en uno de sus libros: «Es mucho más fácil engañar a una multitud que a un solo hombre».
Por lo demás, al Odiseo catalán le crecen los enanos. La
nueva ley de educación que prepara el Ministerio del ramo prevé, entre otras cosas, ampliar en un 10% los contenidos comunes, lo que equivale a rebajar en un 10% el cupo de que dispone la Generalitat para la formación del espíritu nacional. Se abre, pues, un nuevo frente. Nacional, por supuesto.
(ABC, 15 de septiembre de 2012)