Un buen amigo mío me envía un par de fotos. Las ha hecho él mismo, a comienzos de mes, en uno de sus paseos por la parte vieja de Barcelona. Según me cuenta, están tomadas en el edificio que alberga las Facultades de Filosofía y de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona (UB), en una especie de patio longitudinal que hace las veces de pasaje entre las calles Montalegre y Ramalleres. Observo la primera foto. Una acera bastante ancha y, al fondo, una pared con una pintada. «Fora grisos», proclama. Sí, lo que leen.












En pleno 2009, con los Mossos arreando que da gusto, a los estudiantes —porque todo indica que han de ser estudiantes, los autores de la frase— no se les ocurre otra cosa que echar mano de la historia. ¡Los grises! Madre mía. ¿Qué sabrán esos chavales de aquella policía del franquismo y los albores de la Transición, y de sus malos modos? Nada, aparte de las batallitas que les hayan podido contar, los días de asueto y tras alguna copa, sus papás. Pero da igual, fuera grises. Puestos a emular a sus mayores, podían haber escrito: «¡Fora les forces d’ocupació!».












Paso a la segunda foto. Se trata también de una pintada, si bien ahora en primer plano. A juzgar por el contexto, no debía de estar muy lejos de la anterior. Reza así: «Mai més gris. El gris és el color de la seva democràcia». Acabáramos. O sea que el gris de antes no era, como podía presumirse, el gris de antes, sino el de hoy, el de esa democracia que no es la de los autores de la pintada y sí la nuestra. Por eso había que echar al dichoso color de la universidad. Por eso, en fin, el tan manido «nunca más».

Lástima. Más nos hubiera valido que los grises en cuestión fueran los históricos, los de las sobremesas de papá y mamá; los nuestros, en una palabra. Por supuesto, no seré yo quien abogue por seguir dándole vueltas al pasado, por tirar del hilo de la memoria a discreción. Pero prefiero mil veces esa clase de juegos a los que consisten en poner la democracia a los pies de los caballos o, lo que es lo mismo, en relativizar hasta tal punto el concepto que este acaba perdiendo todo su valor.

Si bien se mira, no existen ya en nuestras universidades otras fuerzas de ocupación que las constituidas por unas minorías tan insignificantes como activas de estudiantes, amparadas en la interesada inacción de algunos órganos rectores. Las propias facultades de la UB comprendidas entre las calles de Montalegre y Ramalleres son un ejemplo de ello. Para desgracia de quienes pretenden cursar allí sus estudios, el historial de coacciones empieza a ser considerable. Esta semana, sin ir más lejos, una cincuentena de presuntos discentes se han encerrado en el recinto y han impedido el desarrollo de cualquier actividad académica. Será que, como dice la canción, de colores se visten los campus en la primavera…

ABC, 28 de marzo de 2009.

Fuerzas de ocupación

    28 de marzo de 2009