En España la confrontación política está tomando un cariz singular, por lo que conviene dedicarle algunas líneas. Pero, antes de entrar en materia, dos precisiones. Por un lado, hablo de confrontación, no de debate; hace mucho tiempo que en la política española no se debate nada, pues, para eso, haría falta un nivel del que carecen la inmensa mayoría de nuestros cargos públicos. Por otro, hablo de España y eso incorporaría, en buena lógica, Cataluña; pues no, no la incorpora: y es que en la política catalana, por no haber, ni siquiera hay confrontación.

Así las cosas, bueno será empezar por definir en qué consiste esa singularidad a la que me refería al principio. Consiste en un doble movimiento, de carácter inverso según lo ejecute el partido en el Gobierno o el principal partido de la oposición. En el primer caso, el movimiento es de atenuación; en el segundo, de intensificación. Cojamos un ejemplo, entre los más recientes. El alcalde de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, el socialista Pedro Castro, se pregunta en un acto público por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha. Luego, ante el revuelo, matiza, rectifica, se disculpa, pide perdón incluso a quien se haya sentido ofendido. ¿Y qué hace el Partido Popular? De entrada, exige una rectificación, una disculpa pública. Luego, ante el revuelo, reclama la dimisión de Castro como presidente de una Federación que agrupa a todos los municipios y provincias de España, estén o no gobernados por tontos de los cojones.

Ese doble movimiento, en el que el PSOE es casi siempre el que tira la primera piedra, no se había producido nunca en España. Durante la legislatura anterior, los socialistas ya habían practicado en no pocas ocasiones esas artes barriobajeras; pero el PP había contestado siempre con artes parecidas. Es lo que Zapatero y Gabilondo bautizaron como «la tensión» y que tanto convenía, al parecer, a ambos. Lo nuevo, pues, es la reacción los populares. Se niegan a responder a la provocación. No diré que pongan la otra mejilla, pero casi. Sólo que esa estrategia dura lo que dura. Es decir, lo que las circunstancias permiten. Y las circunstancias las marca la opinión pública. Cuando esta empieza a considerar que los afectados, encima, ni siquiera responden como es debido al insulto o la calumnia, los afectados no tienen más remedio que intensificar su respuesta, so pena de pasar, pobres, por tontos de los cojones.

Lo que no está claro es a quién favorece ese doble movimiento. A juzgar por las encuestas, al PP, que ha alcanzado ya al PSOE en intención de voto y hasta lo ha superado. Pero mucho me temo que ese «sorpasso» demoscópico refleja tan sólo el desgaste ocasionado por la crisis. Vaya, que, en lo tocante a la confrontación política, para el común de la gente la cara amable sigue correspondiendo a los socialistas. Esto es, a los que suelen rectificar y no a los que terminan por enfadarse.

ABC, 13 de diciembre de 2008.

La singularidad española

    13 de diciembre de 2008