Hace unos días que circula por esas redes de Dios un «Manifiesto en defensa de la obra de Mercè Rodoreda», firmado en primera instancia por Xavier Lloveras e Isabel Olesti y al que se han adherido ya, según parece, una treintena de autores, críticos y traductores. Pues bien, he leído el texto y no acierto a comprender cómo plumas tan respetables, empezando por las de los primeros firmantes, han podido suscribirlo. O sí.

El manifiesto, como su nombre indica, sale en defensa de la obra de la todavía —y por muchos años, me temo— mejor novelista de la literatura catalana. Lo cual significa que hay de qué. De qué defenderse, quiero decir. A juzgar por las razones expuestas, existen dos tipos de agresores. Por un lado, Edicions 62, la casa editora de parte de la obra. Por otro, el Institut d’Estudis Catalans, albacea de la escritora, que ha delegado en la figura de Joaquim Molas, y vicariamente en la de Carme Arnau, el cometido de velar por el estudio, la edición y la difusión de su legado literario. Así las cosas, el problema está en saber si la voluntad expresada por Rodoreda en vida de no volver a editar sus primeras obras —entre ellas, varios cuentos y novelas— debe ser mantenida 25 años después de su muerte, y más teniendo en cuenta que dicha voluntad no figuraba en documento alguno que pueda considerarse, a efectos testamentarios, vinculante. O en otras palabras: el problema está en saber si en la actual edición de sus obras completas puede incluirse un volumen con todas las obras primerizas de la autora.

Pues claro que puede incluirse. Más, incluso: debe incluirse. Esas obras existen, aunque sólo hayan estado hasta ahora al alcance de unos pocos, en algunas bibliotecas y en determinadas librerías de viejo. ¿Tiene derecho a leerlas el gran público? Por supuesto. La única condición es que estén bien editadas, lo que conlleva que figure en algún sitio la indicación de que la autora no quiso volverlas a publicar en vida. Eso mismo debería hacerse, pongamos por caso, con la «Historia de la Segunda de República» de Josep Pla. Lo cual, dicho sea de paso, no haría más que completar una labor emprendida desde hace tiempo por Ediciones Destino con la publicación del primigenio «quadern gris» —que será completada dentro de poco con la edición crítica de la obra homónima— y con el rescate de un sinfín de textos periodísticos que jamás se habían recogido en volumen. Y todo eso a pesar del propio Pla, que consideraba su segunda «Obra completa». la de Destino, como indefectiblemente definitiva.

Ahora bien, el manifiesto en cuestión sí tiene una razón de ser: la denuncia del monopolio que Molas y su vicaria ejercen sobre la obra y los papeles de Rodoreda, y sobre tantos otros asuntos. Pero eso requeriría otro texto. Y otro título. Por ejemplo, «Manifiesto en contra de Joaquim Molas». Sobra decir que, en tal caso, y si así lo desean, sus promotores pueden contar con mi firma.

ABC, 27 de diciembre de 2008.

Rodoreda y su memoria

    27 de diciembre de 2008