Pues otro de los hechos diferenciales en que se asienta la nación cultural. Los catalanohablantes de pura cepa, en vez de decir «las dos y cuarto» o «las seis menos cuarto», dicen —en catalán, claro— «un cuarto de tres» y «tres cuartos de seis», respectivamente. Pero, no contentos con esto, son capaces de referirse a la hora con un alambicado «medio cuarto de nueve» allí donde cualquier español emplearía «las ocho y doce» o «las ocho y trece», según lo que marcara la manecilla, o de usar la fórmula «dos cuartos y medio de diez» para indicar que son «las diez menos veintidós» o «menos veintitrés». Y todavía hay otras combinaciones posibles, como «tres cuartos de quince», por ejemplo, cuya descripción les ahorro para no abrumarles.
No vayan a creer, de todos modos, que la otra forma de decir la hora, la coincidente con la castellana, no sea lícita. Lo es, qué duda cabe. Pero no es tan catalana como la de los cuartos —y perdón por la anfibología—. De ahí que Josep Antoni Teixidó haya fabricado lo que ha fabricado. Gracias al Horacat —que así se llama, claro, el invento—, los catalanes podrán a partir de ahora consultar la hora sin minusvalía ninguna. En un extremo de la pantalla del reloj les aparecerá la solución numérica habitual, la que poseen todos los relojes del mundo, y debajo, en letras de molde, la fórmula de marras.
Aun así, el inventor no debería hacerse ilusiones. He leído que califica el sistema de «propio e identitario de los Països Catalans». Nada más falso. En las Islas Baleares y en la Comunidad Valenciana no han recurrido nunca a los cuartos. Ni van a recurrir, por lo que más vale que no pierda el tiempo y centre su campaña en la población catalana. Y, ya puestos, que empiece por José Montilla. Además de ser la primera autoridad del Principado, está en periodo de aprendizaje y es capaz de recomendar el invento a todos los ciudadanos. Aunque sólo sea para no sentirse tan solo al dar y pedir la hora.
ABC, 14 de diciembre de 2008.