Pero el mundo no acaba en Cataluña. Ni siquiera el mundo de las pequeñas corruptelas. En nuestra España de las Autonomías hay casos mucho más llamativos. Como el de Galicia, por ejemplo. Recuerden, si no, lo que este mismo periódico publicaba hace unos días a propósito del coche blindado del presidente Pérez-Touriño, cuyo precio, 480.000 euros, convierte el Audi del presidente Benach, incluso con aditivos, en una suerte de utilitario. O lo que también publicaba acerca de la remodelación del Área de Presidencia de la Xunta: un dispendio de cerca de 2,4 millones de euros, de los que casi 900.000 corresponden a la compra de mobiliario y otros enseres. Y ello nada más llegar al poder, como quien dice.
De todos modos, no hay de qué extrañarse. El actual Gobierno gallego ha sentido siempre una gran admiración por Cataluña. Y no digamos ya por el actual Gobierno catalán, con el que comulga en lo nacional y en lo progresista. De ahí que lo tome como modelo. Y los modelos están para ser imitados. Y, sobre todo, para ser superados. Si echan un vistazo a la política lingüística desarrollada en Galicia en lo que llevamos de legislatura autonómica, verán hasta qué punto está calcada de la desarrollada en Cataluña durante tantos lustros, y muy especialmente en el último. Pero, además, verán, aquí y allá, no pocos síntomas de superación —esto es, de radicalización— con respecto al patrón original. Con los complementos ocurre lo mismo, ya sean para el coche o para el piso. Y es que no hay nada peor que un nuevo rico. Es cierto que los gobernantes catalanes lo son; pero más lo son, en el fondo, sus compinches gallegos. Son algo así como los nuevos ricos de los nuevos ricos, el no va más del derroche público, la vanguardia del despilfarro. Hasta nuevo aviso, claro.
ABC, 1 de noviembre de 2008.