El caso es que miles de catalanes se manifestaron ayer en Barcelona, sin complejo alguno, en demanda de libertad. ¿Una exageración? En absoluto. La libertad sólo se da si es plena. Y, en Cataluña, los ciudadanos no son libres de escoger la lengua en la que querrían ver escolarizados a sus hijos, ni aquella en la que desearían relacionarse con la Administración ni, por supuesto, aquella en la que les gustaría rotular sus comercios. En definitiva: en Cataluña los ciudadanos no son libres.
Todo esto, claro, no constituye ninguna novedad. La novedad es que la gente esté dispuesta a salir a la calle para reclamar sus derechos. Es decir, que simpatizantes de Ciutadans, del Partido Popular y de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), junto a ciudadanos no adscritos racional o emocionalmente a partido alguno, consideren que ha llegado la hora de la movilización. Porque, hasta la fecha, en Cataluña no se movilizaba más que el catalanismo. Bajo una u otra bandera, o bajo todas a la vez. Y lo que no era catalanismo callaba y asentía. Todo indica que ayer la cosa empezó a cambiar. Ahora sólo falta que no decaiga.
ABC, 29 de septiembre de 2008.