Solidaritat Catalana. ¿Les suena? Se trata de una coalición de partidos creada en 1906 como reacción a la aprobación de la llamada Ley de Jurisdicciones, que ponía bajo jurisdicción militar toda clase de delitos, incluidos los de opinión, contra los símbolos patrios. Pues bien, en esta coalición, capitaneada por la Lliga Regionalista, figuraban todas las formaciones políticas catalanas, excepto las dinásticas y la parte de Unión Republicana fiel a Lerroux. La otra parte, seguidora de Nicolás Salmerón —quien había sido presidente de la Primera República española y ferviente unitarista, lo que le había enfrentado, en el seno del republicanismo, a Pi i Margall—, sí se integró en el magno movimiento solidario. Y, a primera vista, con éxito. En las elecciones legislativas de 1907 Solidaritat obtuvo 41 de los 44 diputados en liza.
Así pues, todos estos solidarios se plantaron en Madrid formando paquete. Salmerón era el presidente del grupo. Y, en tanto que tal, el 21 de junio de 1907 tomó la palabra en el Congreso. De cuanto dijo —o de lo esencial, al menos— dio cuenta Julio Camba al día siguiente en «España Nueva». He aquí un fragmento de su crónica, felizmente rescatada este mismo año por Ediciones Luca de Tena (Julio Camba, «Maneras de ser español»): «El Sr. Salmerón recordó aquel adagio castellano que dice: “Quien bien te quiere te hará llorar”, y con él justificó su dolor ante el espectáculo de esta fuerte y gloriosa Castilla, que hoy aparece absorbida por las malas artes de los políticos de oficio». Y es que el viejo republicano, que, aunque nacido en Alhama de Almería, tenía sangre castellana, no alcanzaba a comprender el porqué de tanta duda y tanto recelo con respecto a las intenciones de su Solidaritat.
Transcurrido algo más de un siglo, el 20 de julio de 2008, en la clausura del XI Congreso de su partido, el presidente Montilla le espetaba al presidente Rodríguez Zapatero: «Quien bien te quiere te hará sufrir». También aquí el origen de las palabras eran las dudas y los recelos de Castilla ante las sanas ambiciones de Cataluña, personificadas esta vez en la figura de otro andaluz y concretadas en el capítulo de la financiación. Y también aquí la cosa lleva trazas de acabar mal.
Aunque no todo son paralelismos, claro. Baste decir que Salmerón era catedrático de Metafísica y dimitió como presidente de la República para no tener que firmar unas penas de muerte, mientras que Montilla no terminó la carrera de Derecho y, a estas alturas de su larguísima vida política, todavía no ha dimitido de nada. Será que ya no hay pena de muerte.
ABC, 13 de septiembre de 2008.