Por supuesto, deseo a los promotores de la colección —por el lado editorial, Planeta y Grup 62; por el asistencial, la Obra Social de la Caixa— el mayor de los éxitos. Todo lo que sea facilitar que la gente lea debe ser celebrado. Y, en particular, si se trata de antiguos lectores que han ido dejando el vicio contra su voluntad. Ahora bien, no es la primera vez que un grupo editorial emprende un proyecto semejante. Y la experiencia anterior fracasó por falta de lectores interesados. Es verdad que, en esta ocasión, la oferta no sólo va dirigida a los que leen en castellano, sino también a los que leen en catalán. Vaya, que se amplía el mercado. Aun así, dudo mucho que esa ampliación por la vía lingüística, y más en esa franja de edad, resulte suficiente para garantizar la viabilidad de la iniciativa. No, lo que la garantiza es la Caixa. De entrada, porque su participación en el proyecto va a permitir que los libros se vendan a un precio inferior al del mercado. Pero, sobre todo, porque se ha comprometido a adquirir, para cada uno de los más de seiscientos centros en los que la entidad desarrolla su programa de «envejecimiento activo» —por cierto, menuda denominación: como si uno, encima de hacerse viejo, tuviera que colaborar en la tarea—, una colección completa.
Y, la verdad, ya puestos, no sé por qué no extienden el compromiso al resto de la producción editorial. Es decir, a los libros con un cuerpo y un interlineado normales. Eso sí, basta con que lo extiendan a los editados en catalán, que los otros ya los absorbe el mercado. ¿Que no habrá viejo activo que los lea? Es posible, pero no creo que eso vaya a cambiar mucho las cosas.
ABC, 18 de julio de 2009.