Parece que existe un cinco por ciento de españoles que no lee porque no puede. Y lo bueno del caso —o lo malo, según cómo se mire— es que la culpa no la tiene la falta de tiempo, ni de ganas, ni de estudios; la tiene la falta de vista. Tampoco es que esos españoles sean ciegos —lo cual, por suerte, ya no constituiría hoy en día un obstáculo insalvable—. No, es que esos españoles son viejos. Y, en consecuencia, les flaquea la vista. A algunos, porque siempre han andado algo flojillos de este sentido; a otros, porque la edad no perdona y, del mismo modo que se les cansan las piernas, se les cansan los ojos. Total, que hay quien se ha preocupado por esos dos millones largos de compatriotas y ha creado una colección de libros «ad hoc». En fin, «ad hoc» en cuanto al tamaño del cuerpo de letra y el interlineado, porque otra cosa —con todos los respetos por los autores que forman parte de ella— son las obras seleccionadas, donde hay de todo, como en la viña del Señor. O como en la viña de la literatura en castellano y catalán, puesto que la iniciativa prevé la edición de un centenar de libros, la mitad en una lengua, la mitad en otra.

Por supuesto, deseo a los promotores de la colección —por el lado editorial, Planeta y Grup 62; por el asistencial, la Obra Social de la Caixa— el mayor de los éxitos. Todo lo que sea facilitar que la gente lea debe ser celebrado. Y, en particular, si se trata de antiguos lectores que han ido dejando el vicio contra su voluntad. Ahora bien, no es la primera vez que un grupo editorial emprende un proyecto semejante. Y la experiencia anterior fracasó por falta de lectores interesados. Es verdad que, en esta ocasión, la oferta no sólo va dirigida a los que leen en castellano, sino también a los que leen en catalán. Vaya, que se amplía el mercado. Aun así, dudo mucho que esa ampliación por la vía lingüística, y más en esa franja de edad, resulte suficiente para garantizar la viabilidad de la iniciativa. No, lo que la garantiza es la Caixa. De entrada, porque su participación en el proyecto va a permitir que los libros se vendan a un precio inferior al del mercado. Pero, sobre todo, porque se ha comprometido a adquirir, para cada uno de los más de seiscientos centros en los que la entidad desarrolla su programa de «envejecimiento activo» —por cierto, menuda denominación: como si uno, encima de hacerse viejo, tuviera que colaborar en la tarea—, una colección completa.

Y, la verdad, ya puestos, no sé por qué no extienden el compromiso al resto de la producción editorial. Es decir, a los libros con un cuerpo y un interlineado normales. Eso sí, basta con que lo extiendan a los editados en catalán, que los otros ya los absorbe el mercado. ¿Que no habrá viejo activo que los lea? Es posible, pero no creo que eso vaya a cambiar mucho las cosas.

ABC, 18 de julio de 2009.

Literatura asistida

    18 de julio de 2009