Este artículo tiene su origen en una foto. Quizá la recuerden. La hizo Yolanda Cardo el pasado 1 de julio en el Parlamento catalán, coincidiendo con el pleno donde se aprobó la Ley de Educación de Cataluña, y fue reproducida aquí mismo dos días más tarde. Es una foto clásica, de esas en las que se ve a sus señorías justo antes de que empiece la función, con cara más o menos relajada y atentas en general a los coqueteos de los flashes. La instantánea, seguramente por aquello de la división que la mencionada ley había producido en el Gobierno de la Generalitat, presentaba en un primer plano a los dirigentes de las tres formaciones coaligadas. Cada cual iba a lo suyo. El presidente Montilla, con la mirada fija en las cámaras, lucía su acostumbrada frialdad de lagarto hibernando, una frialdad que sólo le abandona en presencia de figuras del deporte —esta semana, por ejemplo, después de que Pau Gasol le regalara una pelota autografiada, el lagarto sonreía como un niño en la mismísima mañana de Reyes—. El mosso Saura, en cambio, manoseaba su móvil, como si acabara de descargarse Cro-Mag Rally y no pudiera dejar de disparar armas primitivas, ya fueran bombas de hueso, ya pichones rastreadores de calor. Pero, de los tres dirigentes, el más circunspecto era el bigotes Carod. Parecía al borde de la congestión, y dudo mucho que la causa de semejante abotargamiento fuera el pleno que estaba a punto de iniciarse. En realidad, el hombre estaba mirando una especie de bloc de notas, de esos que los maestros catalanes suelen comprar en Abacus. El bloc estaba medio abierto. Por supuesto, ignoro qué demonios leía Carod. Ni siquiera creo que lo supieran sus compañeros de escaño y de Gobierno, absortos en sus respectivos quehaceres. Hasta es posible que allí no hubiera nada escrito, que todo fuera teatro, como la vida. Da igual. Porque lo realmente importante era el bloc. Rojigualdo. El rojo correspondía al título, «afers exteriors», impreso verticalmente. El gualdo, al fondo de la cubierta, donde podía leerse, en blanco y de arriba abajo, «Catal», «Cata», «Cat», «Cata», «Cat», y así sucesivamente.
Todo esto no iría más allá de la simple anécdota —muy ilustrativa, eso sí, del país que tenemos y del nivel de los políticos que aspiran a representarnos—, si no fuera por lo publicado anteayer en estas mismas páginas por María Jesús Cañizares. Resulta que esos «asuntos exteriores» del bloc se van a llevar este año más de 2,2 millones del presupuesto. Resulta que, además, los empleados de algunas de las «embajadas» catalanas —y, en especial, los de la delegación de Nueva York— disponen de hasta 12.000 euros al mes en dietas exentas de justificación. Resulta, aún, que todos los responsables de estas delegaciones tienen asignado un sueldo de director general, o sea, 88.000 euros anuales —al que habrá que sumar, en su caso, 144.000 euros al año en concepto de dietas—. Y, así las cosas, resulta que Carod se niega a facilitar los costes de mantenimiento y de actividad de algunas de estas «embajadas». ¿Asuntos exteriores, dicen? ¡Por favor!
ABC, 11 de julio de 2009.