En efecto, nunca se sabe. O yo, al menos, no sabía algunas cosas que ahora sé y que figuran, en su mayoría, en el apartado «Qui sóc» de la mencionada página. No sabía, por ejemplo, que Carod fuera hijo de padre desconocido. Atiendan —traduzco, claro, del catalán—: «Hijo de padre aragonés y de Maria Rovira, cambrilense, unió los dos apellidos con un guión cuando tenía 13 años en un pequeño homenaje al poeta mallorquín Bartomeu Rosselló-Pòrcel». Sobra decir que no es el caso del poeta mallorquín, de quien sí se sabe el nombre y la profesión del padre —Vicenç Rosselló, dependiente en una reputada tienda de tejidos de Palma—.
Otra de las cosas que yo ignoraba es que el ex presidente de Esquerra Republicana, antes de cursar Filología Catalana, pensara estudiar Periodismo. Y sobre todo que lo hubiera pensado de este modo: «Su afición a la literatura y las letras lo empujó a matricularse en los estudios de Periodismo en la Universidad de Barcelona, pero con el plazo de matriculación extinguido, optó por los de Filología Catalana». La verdad, tenía entendido que la afición a las letras se colmaba —o se podía aspirar a colmar, que, del dicho al hecho, etc.— en las carreras de filología; pero se ve que no, que era en las de periodismo. Lo que nunca me hubiera imaginado es que Periodismo pudiera cursarse entonces en la Universidad de Barcelona, cuando resulta que ni siquiera ahora puede cursarse allí.
Con todo, lo que más me ha llamado la atención de esos bajos fondos biográficos es otra clase de afición. Me refiero al coleccionismo. Según la página web, esa querencia ha llevado a Carod-Rovira «a acumular miles de pins, chapas de cava y tarjetones de “please, do not disturb”». Es más: «Desde el pasado 2006 colecciona también ejemplares de “L’étranger” de Albert Camus en todas las lenguas y ediciones posibles». Nada tengo, por supuesto, contra semejante afición. Pero, qué quieren, siempre me ha parecido que los vicios forman parte de la vida privada de las personas, por lo que no conviene exhibirlos, y máxime tratándose de un político. En otras palabras: me parece una suprema desfachatez que un vicepresidente de Gobierno autonómico que no ha hecho otra cosa en dos largos años que despilfarrar dinero público abriendo embajadas fantasma por todo el mundo vaya presumiendo de lo que gasta, en esos mismos viajes, en noches de hotel, botellas de cava y ediciones varias. Sobre todo habiendo declarado, como hizo él en TV3 el 28 de noviembre de 2008, que ya está «harto de pagar por todo».
ABC, 28 de febrero de 2009.