La imagen parece sacada de la última edición de Arco. En primer término, una taza, un termo, una cazuela, algo que podría ser un spray, un bote pintarrajeado, otro termo y un microondas. Detrás, pegados a la pared, una serie de carteles y una pizarrita, donde puede leerse: «Esta noche no voy a dormir sola. M.R.». Y, en fin, encima de esos carteles y colgando majestuosamente, un inmenso cuadro de tema clásico que bien podría ser del siglo XIX. Aunque la composición se basta y se sobra para figurar en la gran feria del arte contemporáneo, nada impediría añadirle, en nuestra imaginación performativa, un primerísimo plano de una Esther Ferrer cualquiera, sentada de perfil y vestida, o de frente y en pelota picada.

Pero no, la obra no se expone en Arco. Se expone en la Universidad de Barcelona (UB), en el primer piso del viejo edificio de la plaza Universidad. O sea, donde las partes más nobles. Y el cuadro colgante ni siquiera pertenece a la institución académica; junto con otros 55 lienzos, fue cedido hace más de un siglo por el Museo del Prado a la UB. Y allí sigue, en depósito, sólo que ahora en compañía de una veintena de estudiantes, que llevan tres meses acampados en la misma sala, socializándose, es decir, comiendo, bebiendo, fumando y anunciando en las pizarritas cómo van a dormir por la noche. Por supuesto, la dirección del Museo está más que preocupada por el estado de conservación de sus cuadros. No así el rector Ramírez, que ha tranquilizado al director de la pinacoteca con un argumento impresionante: «Los manifestantes son de confianza».

En descargo del rector Ramírez, cabe recordar que accedió al cargo cuando los estudiantes ya estaban donde están. Quiero decir que la confianza, en su caso, es sobrevenida. Aun así, qué quieren, da asco. Porque este hombre, que debería velar por el libre uso del espacio que tiene encomendado —y en el que se incluye, claro, el terreno hoy día ocupado—, ha declarado desde el primer momento que no piensa expulsar a los encerrados. Y, aunque algunos se han expulsado solitos, queda esa veintena de irreductibles, que son, al parecer, de su entera confianza.

Así las cosas, resulta de lo más natural que el rector haya cedido a sus exigencias y haya contribuido a organizar, para la próxima semana, un referéndum en el que todos los estudiantes de la UB están invitados a pronunciarse sobre si debe o no debe paralizarse el llamado «proceso de Bolonia». Es verdad que la Universidad se ha apresurado a indicar que la consulta no es vinculante. ¿Y qué? ¿Por qué demonios ha de participar la institución en semejante farsa? Y, encima, los encerrados ya han afirmado que no piensan desalojar el recinto, que, hasta que no levanten las sanciones a sus compañeros expulsados —estos sí— de la Universidad Autónoma, ellos de allí no se mueven.

No me extraña. Entre la confianza del rector y lo cara que está hoy la vivienda, cualquiera renuncia a un chollo como este.

ABC, 21 de febrero de 2009.

La confianza universitaria

    21 de febrero de 2009