Pero esta clase de campañas suelen construirse sobre la mentira. O, si lo prefieren, sobre la parcialidad. En ellas sólo se muestra lo que conviene mostrar. Como en los prospectos esos de los hoteles, llenos de hermosas vistas, grandes salones y acogedoras habitaciones, que luego, a la hora de la verdad, resulta que no son ni tan hermosas, ni tan grandes, ni tan acogedoras. No es el caso de la campaña emprendida por el Patronato de Turismo gerundense. Cuando menos en lo que respecta al uso de esa fotografía en la que se ve a una chica paseando descalza por una playa limpísima, virginal, sin otra presencia en el horizonte que unas aguas cristalinas donde casi se adivinan los arrecifes de coral. ¿Y eso en la Costa Brava? No, eso en las Bahamas, que es donde está tomada la foto en cuestión.
Por desgracia, nadie parece haber comprendido el sentido de la campaña. A sus autores, y a quienes desde el Patronato la han bendecido, les han llovido palos por todos lados. Los medios de comunicación se han burlado del supuesto engaño; los partidos políticos opositores han exigido responsabilidades; los hoteleros de la zona han declarado que la metedura de pata no tiene perdón. Hasta el punto de que el propio Patronato ha decidido retirar del mercado cuantos soportes publicitarios llevaran impresa la maldita foto.
Una pena. ¡Por una vez que una campaña decía la verdad y nada más que la verdad! En efecto, ¿de qué modo puede promocionarse la Costa Brava —que, como todo el mundo sabe, es algo que no existe, que desapareció hace tiempo—, si no es poniendo de manifiesto su inexistencia? Y antes que recurrir a una imagen real, con los enormes bloques de cemento, la arena infestada de residuos y de gente, y el agua del mar aceitosamente turbia, cualquier publicista optaría, sin dudarlo un segundo, por un espejismo. Y no por una foto de hace medio siglo, no; eso sería engañar al prójimo. Por una foto imposible, como esa tan pulcra, tan increíble, de las Bahamas.
ABC, 14 de febrero de 2009.