Esas preguntas —u otras parecidas— son las que debería hacerse cualquier ciudadano antes de analizar la propuesta del Departamento de Educación. Porque, para llegar a la conclusión de que hay que adelantar una semana el curso en septiembre y compensar dicho adelanto con otra semanita de vacaciones en febrero, no se necesitan expertos ni comisiones; basta con tener un poco de mundo y una pizca de memoria. Y es que el modelo publicitado este miércoles por Ernest Maragall es, a grandes rasgos, el que rige en Europa y el que algunas comunidades españoles, aunque sea parcialmente, ya han ensayado con éxito dispar. Pero, claro, ni España está en Europa ni Cataluña está en España. De ahí que semejante propuesta pueda presentarse como el resultado de cuatro meses de intenso trabajo de una comisión de lumbreras y no pase absolutamente nada.
Pero, en fin, la decadencia tiene esas cosas. Todo se pudre, empezando por el conocimiento. Por lo demás, el consejero de Educación, fiel a su costumbre, se ha descolgado con su proposición de nuevo calendario sin encomendarse a Dios ni al diablo. O, lo que es lo mismo —«toutes proportions gardées»—, sin que las huestes de Carod y de Saura estuvieran previamente informadas de lo que se traía entre manos. Lo importante es acaparar titulares. Sobre todo cuando uno tiene enmohecida en la despensa parlamentaria una Ley de Educación catalana que ha sido incapaz de consensuar con el resto de las fuerzas políticas, y no digamos ya con los llamados «trabajadores de la enseñanza».
Y, ya puestos a dar la nota y a que se hable de uno, en lugar de tanto viaje a Finlandia para ver si se le pega algo del modelo educativo, ¿por qué no organiza uno a Corea? Al fin y al cabo, según las clasificaciones del informe PISA, los coreanos —del sur, no se confunda— no les van a la zaga a los fineses. Pero, una vez allí, no vaya a hacerse la foto en la primera escuela que encuentre. Nada, olvídese. Diríjase al sur, a la ciudad de Wanju, y pregunte por la señora Cha. Tiene 65 años, y desde abril de 2005 está tratando de sacarse el carnet de conducir. Cuentan que se ha examinado ya del teórico 772 veces. Y que no va a parar hasta aprobarlo. ¿Se le ocurre mejor ejemplo de tenacidad, de abnegación, de esfuerzo, para promoverlo entre nuestros escolares? Venga, apresúrese. Y, si Rubert de Ventós no tiene todavía candidato, que le dé el Premio Cataluña, que para algo es amigo de la familia. Todo sea por la educación.
ABC, 7 de febrero de 2009