Hay quien se ha alegrado de que el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados no recoja exactamente las palabras pronunciadas por Bibiana Aído el 9 de junio de 2008 en la Comisión de Igualdad, en su primera comparecencia como ministra. Seguro que las recuerdan: «Estoy convencida de que el compromiso con la igualdad de los miembros y miembras de esta Comisión…». Esto fue lo que dijo y lo que tanta polvareda levantó en los días siguientes. Pues bien, en la versión impresa en el Diario de Sesiones, de aquel binomio supuestamente igualitario no queda más que el primer miembro. O sea, los miembros.

Como les contaba al principio, hay quien se ha alegrado de ello. No veo por qué. ¿Porque ha prevalecido el sentido común? ¿Porque se han impuesto la gramática y el diccionario? Tal vez. Pero, en último término, lo que uno espera encontrar en un Diario de Sesiones no es nada de eso, sino lo manifestado por sus señorías en sus intervenciones. De cuanto efectivamente fue dicho en su momento, en la transcripción sólo deberían suprimirse los dejos locales y, a lo sumo, algún que otro recurso confirmativo. Nada más. Toda palabra pronunciada es portadora de sentido. Y no digamos ya si lo pronunciado posee una premeditada carga simbólica.

La primera lección que puede sacarse de este desmembramiento afecta al mañana. Un Diario de Sesiones ejerce una función notarial. En él se guarda lo dicho oficialmente en la Cámara. Y si algo no figura en él es porque el propio interesado solicitó que se retirara —lo que no fue el caso—. No se me escapa que esa función la ejercen también los medios, y que en las hemerotecas hallará, quien así lo desee, las miembras volanderas. Pero se trata, al cabo, de un pobre consuelo, pues no deja de resultar paradójico, y hasta grotesco, que los medios reflejen una realidad que el propio órgano de comunicación del Congreso ha hurtado a sus lectores presentes y futuros.

Y todavía puede sacarse otra lección, más importante si cabe, de este desmembramiento. El binomio al que recurrió la ministra es una muestra modélica de corrección política. Como lo es la existencia misma de su Ministerio —y quién sabe si su propia existencia—. Puestos a denunciar la absurda vacuidad de esta clase de lenguaje, nada mejor que la propia Comisión para hacerlo. Y, por supuesto, nada mejor que la propia sesión del 9 de junio. Si algún miembro de la Comisión hubiera dicho entonces, por ejemplo: «Esto que usted llama, señora ministra, “los miembros y miembras de esta Comisión”…», los responsables del Diario de Sesiones no habrían tenido más remedio que recoger íntegramente sus palabras y, de paso, las de la ministra. Y la política, correcta o no, habría salido ganando.

ABC, 19 de octubre de 2008.

La realidad desmembrada

    19 de octubre de 2008