Decididamente, los catalanes tienen la negra. Lo comprobé hace unos días leyendo el periódico. Nada más tropezar con el titular de la noticia, dirigí la mirada hacia el sumario y, en efecto, ahí estaba Cataluña. Encabezando las estadísticas. Y esta vez no se trataba del fracaso escolar. Ni de la red de Cercanías. Ni de la imparable decadencia de Barcelona, otrora ciudad olímpica. No, se trataba de algo mucho más grave y sustancial. Estábamos, estamos, ante la más que probable extinción de la raza. Catalana, por supuesto.

El caso es que el Instituto Marquès, junto a unos sesenta centros de reproducción asistida, ha realizado un estudio sobre la fertilidad de los jóvenes españoles en el que han participado más de 1.200 varones de entre 18 y 30 años. Y el caso es que el estudio ha arrojado unos resultados tremendos. Por un lado, parece que la calidad del semen de nuestros jóvenes deja mucho que desear. Vaya, que, puestos en el trance de concebir, lo tienen crudo, dado que más de la mitad no alcanzan el umbral de normalidad fijado por la OMS. La culpa, según los expertos, es de la contaminación y sus efectos. Pero no de los efectos sobre los propios jóvenes, sino sobre sus madres cuando los estaban gestando. En fin, que a los pobres no les queda más remedio que acarrear su falta de normalidad desde la cuna. ¿Y saben qué Comunidad se lleva la palma? Pues sí, Cataluña. Y, aun cuando no se la lleve en solitario —la Comunidad Valenciana posee unos porcentajes idénticos—, lo hace a una gran distancia de sus perseguidores. Y sobre todo de uno de ellos, la Comunidad de Madrid, ese fantasma omnipresente en los sueños de tantos catalanes, que se halla a ocho puntos.

Supongo que se hacen cargo de lo que todo esto representa. Si esa dificultad en la concepción no se remedia, tarde o temprano podemos quedarnos sin catalanes. Por supuesto, no se me escapa que existen otras formas de procrear, a cuál más sofisticada. Y que incluso tenemos la adopción como recurso. Por no hablar de la inmigración, que lleva ya mucho tiempo engrosando nuestras cifras de población. Hay otros métodos, sí. Pero que nadie se llame a engaño: no estamos ante el mismo fenómeno, ni conceptiva ni conceptualmente. Cataluña ha sufrido ya a lo largo de su historia muchos implantes no deseados y, sin embargo, ha salido adelante. ¿Por qué? Porque en aquel entonces los catalanes seguían engendrando catalanes. Naturalmente. Ahora esto se acaba. Poco a poco, pero se acaba.

¿Qué proyecto de país puede levantarse con semejante perspectiva? ¿Qué derechos históricos pueden aducirse si lo pasado no va a guardar ya relación ninguna con lo presente? ¿Qué balanzas fiscales pueden sacarse a relucir? Dios los coja confesados.

ABC, 12 de octubre de 2008.

El semen catalán

    12 de octubre de 2008