La rebelión de los socialistas catalanes contra las directrices de su Grupo Parlamentario en el Congreso ha dado mucho que hablar. Pasada la sorpresa inicial —después de tres décadas amenazando con que viene el lobo, comprobar que en efecto viene no deja de causar cierto impacto—, los comentarios se han centrado en el porqué de la asonada. Pero no desde el punto de vista del conjunto, sino del de cada uno de los catorce diputados que lo componen, como si el ejercicio de la política tuviera algo que ver con el libre albedrío. Es verdad que la actitud de Carme Chacón, absteniéndose en la votación de la resolución soberanista y contraviniendo por tanto la consigna de su partido, el PSC, al tiempo que la del Grupo Socialista, ha inducido a creer que el resto de los socialistas catalanes podían hacer lo propio. Nada más ilusorio. En realidad, Chacón ha actuado así porque no le quedaba otro remedio. Aunque pertenezca al PSC, su vida política está vinculada al PSOE desde que echó raíces en Madrid —y no exclusivamente políticas— y decidió optar a la secretaría general. Lo que no ocurre, claro, con sus trece compañeros. Por más que algunos lleven tiempo en la capital, ninguno ha dado un paso similar. En la gran mayoría de los casos, su vida —repasen sus respectivos currículos— no es sino vida política. Como la de Chacón, pero con epicentro en Cataluña. Se deben, pues, al partido, en la medida en que lo deben todo al partido. Y mientras este aguante —que ya casi es como decir mientras este exista—, ellos aguantarán. Ahora bien, a partir el momento en que la fractura empiece a resultar excesiva, y en especial si el PSOE resucita su vieja franquicia catalana, estarán en condiciones de decidir si se quedan o si se van. Por supuesto, asalariadamente. «Business is business.» Para los trece y para la catorce. Al menos hasta que se reforme el sistema electoral y nuestros representantes políticos no deban rendir cuentas más que a sus electores.

(ABC, 2 de marzo de 2013)

La asonada catalana

    2 de marzo de 2013