«Estamos en guerra», ha dicho Miquel Sellarès. Si el declarante fuera otro, uno no tendría de qué preocuparse, pero, tratándose de Sellarès, que lleva así toda su vida, la cosa cambia. Este hombre nació para la guerra y la suerte le ha sido esquiva. Ni una guerra ha alcanzado a vivir. Ni siquiera una pequeñita; nada. No hace falta añadir, supongo, que, para él, quienes están en guerra son los catalanes, ese sujeto soberanamente colectivo. Y que el enemigo que se ponga, como diría Gila, es el Estado —español, por más señas—. Por lo demás, Sellarès cree que los catalanes no se dan cuenta de su circunstancia. Pese a estar en guerra, actúan como si no lo estuvieran. Y lo grave es que semejante carencia no afecta únicamente al cuerpo social, sino también al propio Gobierno autonómico. Sellarès sabe de qué habla. Se le tiene por el máximo experto en la materia. Ha sido director general de Seguridad Ciudadana con CIU. Y, siéndolo de Medios de Comunicación con el tripartito, bajo la órbita de ERC, tuvo que dimitir por la elaboración de informes sobre la prensa y los periodistas. Lo suyo son las cloacas. Y el dinero. En blanco y, si se tercia, hasta en cuatricromía. Y, a poder ser, del contribuyente. En estos momentos la Oficina Antifraude está investigando las cuentas de una de las múltiples entidades subvencionadas que ha presidido. Todo por la patria, claro. Últimamente le ha salido un emulador, un tal Xavier Martorell, aficionado al espionaje desde sus tiempos en el Barça de Laporta y director general de asuntos varios con CIU. No consta que Martorell se considere, al igual que Sellarès, en estado de guerra. Pero no sería de extrañar. Por si acaso, yo les aconsejaría a ambos que repasaran la historia de Cataluña y se detuvieran en los acontecimientos del 6 de octubre de 1934. Terminaron en pocas horas con unos cuantos muertos, el Gobierno de la Generalitat encarcelado y los máximos responsables de la Seguridad huyendo por las cloacas.

(ABC, 23 de febrero de 2013)

Cloacas catalanas

    23 de febrero de 2013