Serían unos 50 estudiantes universitarios. Les franquearon el paso. Es más, daba la impresión de que su presencia en la sede de la Consejería de Educación no molestaba lo más mínimo. Era como si les estuvieran esperando. Ah, se me olvidaba, todo esto ocurría el martes en Palma de Mallorca, donde, al igual que en el resto de Baleares y al contrario que en la mayor parte de España, no se había convocado una huelga general de la enseñanza, sino una jornada de protesta —seguramente por aquello de que la protesta sale gratis y la huelga no—. Les franquearon el paso, decía. E incluso les acompañaron gentilmente, háganme el favor, es por aquí, hasta la cuarta planta. Allí entraron en el despacho del consejero, que se hallaba en el Parlamento, y se sentaron donde les pareció. Durante el recorrido, hubo funcionarias que les jalearon, corearon sus proclamas y aporrearon las mesas, las muy machas, como si estuvieran viviendo, al fin, su mayo particular. En esas, uno de los visitantes empujó a la jefa de gabinete del consejero, que trataba de interponerse en su camino, y esta se revolvió y le soltó una colleja. La cosa acabó cuando la policía se personó en la Consejería e invitó a los invitados a abandonar el edificio. Al día siguiente, el líder de la turba estudiantil alabó el comportamiento ejemplar de los funcionarios. Y también destacó la circunstancia de que la jefa de gabinete zarandeada no pertenecía al cuerpo, lo que equivalía a afirmar que era un cargo de confianza del consejero o, si lo prefieren, alguien afín al Partido Popular. Zarandeable, vaya. Sobre todo en una Consejería donde, quién más, quién menos, todos deben su plaza de funcionario a su profesión de fe nacionalista. Y eso que en Baleares, excepto en dos legislaturas, ha gobernado siempre el PP. Pero como si nada. Si en algo se distinguen la izquierda y el nacionalismo, es en que no han dado nunca un paso atrás. Y la derecha, mientras, hecha un pasmo.

ABC, 27 de mayo de 2012.

Funcionarios educativos

    27 de mayo de 2012