O sea, el balance. Vayamos pues, primero, con las cifras. Que la participación en los referendos emocionales del pasado fin de semana no alcanzara el 30 por ciento de un censo electoral creado «ex profeso» y en feudos eminentemente favorables constituye sin duda un sonoro fracaso. De quienes promovieron la consulta, de quienes la avalaron desde instancias diversas y de quienes miraron para otro lado para no tener que desautorizarla e impedir, en último término, que se celebrara. Pero, más allá de las cifras, está el rédito de la pantomima o, si lo prefieren, la otra cara de la moneda. La simple posibilidad de que en una región de un Estado miembro de la Unión Europea, cuyo vicepresidente —de la región, se entiende— ni siquiera logra acceder al Bella Center de Copenhague para firmar un acuerdo estrambótico de cooperación ambiental con el presidente de una región del Senegal; la simple posibilidad, digo, de que en una región así pueda darse un espectáculo como el del pasado fin de semana, con casi todos los medios del país —y no pocos internacionales— pendientes del resultado, constituye sin duda, para los mismos colectivos implicados, un éxito mayúsculo.

Ahora bien, no parece que esa amalgama de fuerzas independentistas vaya a tener mucho futuro. Cuando menos a juzgar por las riñas entre sus portavoces. Y por las extrañas parejas que eso genera. En el diario «La Vanguardia», uno de los medios que más han trabajado por la causa de la ilegalidad plebiscitaria, la columnista Rahola se lamentaba este miércoles de la división entre los promotores de la cosa. Y, de paso, ensalzaba las virtudes de uno de ellos, Alfons López Tena. «Un hombre de inteligencia notable y de seriedad contrastada», escribía Rahola en alusión a quien fuera, hasta hace poco, vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta de CIU. Curioso. Aunque no tengo el gusto de conocerlo, sí he visto a López Tena en televisión y he leído, de tarde en tarde, algo suyo, por lo que me permito disentir de las palabras de la columnista.

No, López Tena no es ni serio ni inteligente. Baste un ejemplo para cerciorarse de ello. Al principio de su ensayo «Catalunya sota Espanya» (Dèria-La Magrana, 2007), López Tena traza un paralelismo entre lo que denomina —traduzco, claro— «las confrontaciones nacionales Israel-Palestina y Cataluña-España». Para él, se trata de una misma situación, la de «un Estado gobernado por una mayoría nacional que pretende la desaparición de las minorías nacionales». Sólo que, en el primer caso, «mediante la deportación y el exterminio (la Alemania nazi)», y en el segundo, «mediante la asimilación, el genocidio cultural (la Francia de siempre)».

Comprenderán que semejantes barbaridades —y no me refiero únicamente al paralelismo en sí, sino también a lo que encierra el análisis de cada uno de los casos— no puedan catalogarse ni de serias ni de inteligentes. Son propias, como mínimo, de un verdadero energúmeno. Lo raro es que Rahola, una partidaria acérrima de la política israelí, le tenga en tanta estima. Como no sea porque la causa de la independencia así lo requiere…

ABC, 19 de diciembre de 2009.

El día después

    19 de diciembre de 2009