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No sé qué opinará Javier Cercas de la aparición de Izquierda Española en el escenario político. A juzgar por uno de sus últimos ‘Palos de ciego’ (“Llamamiento a la rebelión”, El País Semanal, 24-12-2023), debería estar la mar de contento. El artículo en cuestión era de un sentimentalismo atroz. Figúrense como andaría el pobre de ánimos cuando lo escribió –hace cosa de un mes, probablemente, dado que el texto se entrega unos quince días antes de su publicación– que confesaba sin rodeos que había decidido repudiar a su padre. ¿El motivo? Haberse ido con otra. Teniendo en cuenta que el padre es Pedro Sánchez y la otra Carles Puigdemont, se entiende el disgusto y el consiguiente repudio. En cambio, que el vástago haya tardado tanto en dar el paso resulta ya más difícil de entender. Lo que Cercas reprocha al PSOE y al Gobierno, o sea, a Sánchez, a partir del 23-J, podía habérselo reprochado mucho antes. Casi casi desde que es presidente del Gobierno. Porque lo esencial –ceder al chantaje del independentismo y, en menor medida, al de otros ismos– ha sido su principal seña de identidad como gobernante. ¿Que ha habido un crescendo en el chantaje y en la cesión correspondiente? Sin duda. ¿Que lo de ahora se veía venir si lo que estaba en juego era el propio poder? También.
El único que parecía empeñado en no verlo, o en no querer verlo, era el propio escritor. Entre palo de ciego y palo de ciego, Cercas publicó unas cuantas tribunas en El País en las que se evidenciaba su fidelidad a la causa. A la causa socialista, teñida ya de sanchismo. De la beligerancia del autor de Soldados de Salamina con el procés y el independentismo no había –ni hay– por qué dudar. Pero, aun así, Cercas creía entonces en su posible redención. El 22 de junio de 2021 escribió una tribuna (“A favor de los indultos / Un acto de fe”) en la que mostraba su apoyo a la medida. Un par de años más tarde, en vísperas de las últimas elecciones generales (“Por qué pienso votar a Pedro Sánchez”, 20-7-2023) basaba su voto, entre otras muchas razones, en que Sánchez y su partido representaban la socialdemocracia, y como la socialdemocracia, nada –por decirlo llanamente–. También reconocía de paso su aversión enfermiza a la derecha y su esperanza de que Sánchez tuviera que depender lo mínimo (¿?) de ERC, Bildu y Podemos –no así de Yolanda Díaz y Sumar, a los que no veía con malos ojos–. Y, en fin, hace cuatro meses aseguraba en “No habrá amnistía” (13-9-2023) que esta no se daría, “no, al menos, como la de 1977, una amnistía que dejara impunes los desafueros cometidos por los líderes del procés”. De ahí, supongo, ante la cuasi evidencia de su yerro en el pronóstico –o, como mínimo, del vergonzoso espectáculo de sumisión al prófugo protagonizado por aquel a quien él confió una vez más su voto–, ese “Llamamiento a la rebelión” publicado el pasado diciembre.
Dicho llamamiento no fue sino una suerte de salida de tono para cargar sobre el conjunto de la clase política –a la que tildaba de “cínica, irresponsable y envenenada por el poder”– la responsabilidad de lo que le había ocurrido, del fiasco que había supuesto para él la pérdida del único asidero electoral con que contaba en esta vida, hasta el punto de asegurar que en adelante votaría siempre en blanco. Sólo así, como una boutade, cabe entender que abogara por la implantación de un sistema electoral en el que nuestros representantes sean elegidos por sorteo.
Claro que tal vez ese ‘Palo de ciego’ sea como el que propinó el 25 de septiembre de 2004 a Juan Marsé. Un palo de lo más cariñoso, por lo demás, pues consistía en pedir para el novelista barcelonés la concesión del Cervantes de aquel año. El propio Marsé lo consignó en el diario que llevaba entonces y lo calificó de “abrumador”. Con todo, el autor de Últimas tardes con Teresa tendría que esperar a 2008 para recibir el premio, ya que en 2004 recayó en Rafael Sánchez Ferlosio. Y lo curioso es que a pesar de la campaña emprendida por Cercas y otros escritores a favor de Marsé, y de la llamada que el propio Cercas le hizo un par de días más tarde del anuncio del ganador –como también recoge Marsé en su diario– para explicarle por qué no le habían dado el premio, la candidatura de Sánchez Ferlosio había sido presentada, entre otros, por el propio Javier Cercas, tal y como recuerda Ignacio Echevarría en una nota referida a la anotación del martes 7 de diciembre (Juan Marsé, Notas para unas memorias que nunca escribiré, Lumen, 2021). Se trataba, en suma, de una estrategia win-win, donde el único que ganaba seguro era el estratega.
Ignoro si ese fue entonces el caso y si también lo es en relación con el “llamamiento a la rebelión” de ahora y sus antecedentes. Sea como sea, la reciente aparición de Izquierda Española en la esfera política debería llevar a Cercas a reflexionar. ¿Tiene sentido mantener esa promesa de votar en adelante siempre en blanco habiendo como parece que habrá una opción mucho más socialdemócrata y radical que las actuales, y encima férreamente antinacionalista? Lo dudo. Y al fin y al cabo, ¿qué importa desdecirse cuando ni siquiera sería la primera vez?
(The Objective, 10 de enero de 2024)