Lo de Cataluña se parece cada vez más a una parodia. Algo así como «Si hoy es martes, esto es Bélgica», pero con la política como tema en lugar de los viajes organizados. Un presidente que convoca unas elecciones a medio mandato porque ha oído, dice, el clamor de la calle y porque, al igual que Juana de Arco, se siente llamado a encabezar un ejército de patriotas para liberar el territorio de esa gente tan ufana y tan soberbia. Un historiador reconvertido en consejero de Cultura que, ante lo más granado de las artes y las letras catalanas, le dice a ese su presidente, y por dos veces en quince días, «presidente, estás haciendo historia», como si lo que ese hombre estaba haciendo —esto es, prometer una suerte de referendo para dar satisfacción a la supuesta voluntad de un pueblo cuyo clamor aseguraba haber oído— pudiera figurar en otros anales que en los de la Academia de la Farsa. Ese mismo presidente que, llegado al fin el gran día en que los ciudadanos de Cataluña iban a expresar sus anhelos, se pega el gran batacazo en las urnas y, lejos de dimitir, prosigue en su empeño liberador. Un secretario general de la federación también presidida por el presidente que ahora afirma, muleta en mano y como si su opinión, voluble donde las haya, tuviera algún valor, que en la manifestación donde se expresó la voz de la calle no todos eran independentistas, y ello por la simple razón de que él, que dice no serlo, estuvo allí —lo que da la medida, por cierto, de su irresponsabilidad—.
Este periódico informaba ayer de que dirigentes de la propia federación comparan ya la situación de Cataluña con la de Bélgica: legislaturas que no se agotan, gobiernos que no pueden formarse por falta de acuerdos, inestabilidad permanente. Añadan a lo anterior el nexo del nacionalismo y, en el caso catalán sobre todo, la crisis económica. En definitiva, una delicia. Como para no dudar de que si hoy es sábado, esto, señoras y señores, es Cataluña.
(ABC, 1 de diciembre de 2012)