El Institut Ramon Llull (IRL) nació en 2001 de la cordialísima entente entre dos gobiernos autonómicos, el catalán y el balear. En aquella época, tanto en el continente como en el archipiélago mandaba el nacionalismo, y ya se sabe lo mucho que esas transversalidades facilitan las cosas. El objetivo confeso y fundacional del IRL era aunar esfuerzos para promover en el extranjero la lengua y la cultura catalanas. Semejante propósito no hubiera planteado ningún problema de no haber existido en ambas Comunidades otra lengua y otra cultura que estas; pero no era el caso. Y, además, el nacionalismo no había escondido nunca que detrás de todo ello había un proyecto político, los llamados Países Catalanes. Quizá por eso en 2004, meses después de que el PP recuperara el Gobierno en Baleares, se rompió el pacto. Eso sí, por unos años tan sólo, puesto que en 2008 el retorno del nacionalismo al poder permitió recomponerlo. Y lo sorprendente es que en 2011, con los populares instalados de nuevo en el Gobierno del archipiélago, se mantuviera la alianza. Es verdad que la parte balear rebajó su aportación. Y que para ella resultaba muy cómodo que la Generalitat corriera con casi todo el gasto de la cultura producida en las islas. Pero, claro, uno no puede estar mucho tiempo jugando con fuego. Sobre todo si el dinero escasea y hay que recortar sí o sí. Y no digamos ya si el socio amenaza con echarse al monte y arrastrarte en la aventura. Aun así, lo verdaderamente extraordinario del asunto son las palabras del consejero de Cultura catalán lamentando la decisión del Gobierno Balear y reclamando que la política esté «al servicio de la cultura y no al servicio de principios ideológicos». O sea, lo que ellos han hecho siempre.

(ABC, 8 de noviembre de 2012)

Jugar con fuego

    8 de noviembre de 2012