Sí, pero no. O sea, la paga más que antes, sin duda, más que con los gobiernos tripartitos, cuando la policía autonómica no sabía muy bien de qué lado debía estar, si del de los vándalos o del de sus víctimas, pero, aun así, o mucho me equivoco o dentro de un año los 500 seguirán siendo 500. Y, sobre todo, Barcelona seguirá siendo Barcelona, esa excepción. Y es que, por más que el «New York Times» haga de la violencia barcelonesa un ejemplo del clima que se respira hoy en día en España, nueve de cada diez veces quien tiene el honor de ocupar las portadas de España y del resto del mundo por hechos similares no es Sevilla, ni Valencia, ni Madrid, ni siquiera —desde hace ya algún tiempo— Bilbao o San Sebastián; es Barcelona. Como lo era hace algo menos de un siglo, cuando la ciudad de las bombas y de los llamados crímenes sociales; como lo fue cuando la República y a pesar de la tan ansiada República; y como lo está siendo con la actual Monarquía y a pesar de la democracia. Un mismo radicalismo, antisistema, de distinta intensidad. Como si el anarquismo de antaño, al que tantos guiños ha hecho siempre gran parte de la izquierda local, continuara marcando los tiempos.
ABC, 3 de marzo de 2012.