Hasta esta semana yo no sabía quién era Isabel Darder. Ahora lo sé. Isabel Darder es una barcelonesa de cincuenta años, maestra de Educación especial, funcionaria de la Generalitat, militante del PSC y secretaria de Educación del partido. Con un currículo semejante, no me sorprendería lo más mínimo que Darder fuera también, si no fundadora, sí como mínimo abanderada de los movimientos de renovación pedagógica. Ya saben, la Asociación Rosa Sensat y cuantos retoños haya podido esta alumbrar. Así las cosas, que Darder acuse ahora al Departamento de Enseñanza de la Generalitat y a su titular, Irene Rigau, de estar volviendo con sus medidas a los años ochenta, cuando la propia consejera era profesora de enseñanza media, no deja de ser una consecuencia lógica de su forma de pensar. A su juicio, todo lo realizado por los distintos gobiernos tripartitos —en los que Darder ocupó, por lo demás, cargos de confianza en la administración educativa— constituye un progreso indiscutible. «Volvemos a la discriminación de la pública y su estigmatización», aseguran las crónicas que dijo la secretaria de la ejecutiva socialista, con ese lenguaje tan característico de nuestra izquierda que lo mismo sirve para referirse al sistema de enseñanza que a la violencia de género o a las balanzas fiscales.
¿La discriminación de la pública en los años ochenta? Hombre, el deterioro del sistema público de enseñanza es una constante desde esta década, de eso no hay duda, pero no alcanza su máximo nivel hasta el presente siglo, que es cuando los efectos de la LOGSE empiezan a notarse en toda su crudeza: nivel paupérrimo del alumnado, fracaso escolar, abandono escolar. Y especialmente en la pública. En los ochenta, en cambio, aún se daba por hecho que los buenos profesores había que buscarlos en los institutos de enseñanza media y no en la escuela privada. Ahora, en cambio, lo difícil es saber si por casualidad queda alguno.
ABC, 23 de abril de 2011.