Porque no parece lógico que en una Comunidad donde residen 44.000 catalanes, y la mayoría de ellos en Madrid, no existan por lo menos 90 familias interesadas en que sus hijos sean escolarizados también en catalán. Es verdad que el hecho de que no se ofreciera más que un centro escolar con semejante servicio suponía una desventaja; los padres suelen buscar un colegio que esté cerca de casa. Y es verdad, como apuntaba el otro día el delegado Cuervo, que ya hay unas 450 personas que estudian catalán por otros medios. Pero, más allá de estas circunstancias, la desproporción sigue siendo apabullante: 11 de 44.000. Y, aunque sólo hubiera un centro, se trataba de un centro céntrico y excelentemente comunicado, a un tiro de piedra de Chueca y Malasaña.
Por otra parte, la iniciativa había sido generosamente publicitada: con una rueda de prensa de la consejera Fígar, con anuncios en periódicos de gran tirada e incluso mediante una carta de la propia consejera a los 800 socios del Círculo Catalán de Madrid. Y, aun así, agua.
Todo ello, claro, no tendría la menor importancia si no fuera por el ahínco con que el nacionalismo catalán echa mano del agravio comparativo en lo que a la enseñanza de la lengua -y en la lengua- se refiere. Ya saben, aquello de «no vamos a hacer en Cataluña lo que ellos no hacen en Madrid». Pues, miren, en Madrid ya lo han hecho. Ahora les toca a ustedes. Para no ser más, pueden empezar también con un solo centro. Eso sí, que sea céntrico, que esté bien comunicado y que la oferta sea publicitada debidamente a través de todas las Casas Regionales. ¿Qué se apuestan a que el resultado es muy distinto? Venga, valientes, ¿a qué esperan?
ABC, 10 de mayo de 2008.