No les falta razón a los actuales dirigentes de Ciudadanos cuando manifiestan no sólo su sorpresa, sino también su desconcierto y mal contenida indignación ante el comportamiento de su compañera de comité ejecutivo Begoña Villacís. Junto a Inés Arrimadas, Villacís es hoy por hoy la figura más valorada de Ciudadanos. Fue además la coordinadora política del equipo que encaró la llamada refundación del partido, de donde salieron las directrices luego ratificadas en la Asamblea extraordinaria de mediados de enero. Finalmente, y al igual que Arrimadas, formó parte de la candidatura encabezada por Patricia Guasp y Adrián Vázquez que resultó ganadora en las primarias a la presidencia de la formación.
De ahí que las palabras de Villacís en las que propugnaba que los candidatos del partido pudieran presentarse a las elecciones municipales en una plataforma conjunta con el PP –contraviniendo, pues, uno de los principales acuerdos asamblearios, el de concurrir con las propias siglas allí donde Cs presentara candidaturas–, unidas a sus reiterados y públicos devaneos políticos con los dirigentes populares, hayan caído como una bomba entre la ya depauperada militancia. Sin olvidar, claro está, hasta qué punto han dado la razón al derrotado candidato a las primarias de la formación, Edmundo Bal, uno de cuyos principales argumentos de campaña en contra de la candidatura finalmente vencedora era el de hacer política subalterna con respecto al PP. No es de extrañar, en este sentido, que el mismo Bal, tras conocerse las palabras de la vicealcaldesa madrileña, se apresurara a desearle suerte en su nueva andadura política.
Al margen de la comprensible reprobación que pueda merecer su conducta entre sus propios compañeros de partido y, en general, entre quienes ponen la coherencia en el primer plano de la actividad política, lo cierto es que Villacís tiene, a mi modo de ver, toda la razón. Su caso va más allá de lo que sería un caso particular. En otras palabras: el caso Villacís son muchísimos casos. Ella misma basaba su petición de abrir las candidaturas del partido a posibles acuerdos con el PP en las conversaciones tenidas con cargos municipales de la propia Comunidad deseosos de seguir en política y sabedores de las nulas o casi nulas posibilidades que tienen de hacerlo si se presentan en una lista cuyas siglas sean únicamente las de Ciudadanos. Habrá quien objete que todo es, al cabo, una cuestión de dinero. Tal vez. Pero no siempre es así. De una parte, en municipios de tamaño pequeño o medio lo que uno percibe como retribución en calidad de concejal no alcanza habitualmente para vivir. De otra, hay quien tiene un puesto de trabajo asegurado que le espera cuando deje la política, por lo que su querencia por mantenerse en ella obedece sin duda a otros factores: la notoriedad, la ambición, el gusanillo… O todos a la vez, claro. Por no hablar de un factor que, aun estando hoy en franco desprestigio entre nuestra clase política, también se da. Me refiero a la simple vocación de servicio público.
En el caso de tantos cargos de Ciudadanos, esa querencia por el PP a la que alude Villacís guarda relación con algo elemental: no existe en estos momentos en España otro partido político que tenga con Cs tantos puntos en común. Hace unos años lo de “ni rojos ni azules” podía servir, aunque sólo fuera de cara a la galería mediática. Hoy no. Tampoco el recurso al “bipartidismo” como anatema. La progresiva orientación del partido hacia posiciones mucho más identificables con el centroderecha y también, por supuesto, la deriva de la izquierda en su conjunto, y en especial la del PSOE, son en gran parte las culpables de ello. Y en cuanto al futuro, puesto que de eso se trata en definitiva, ese “impulso regenerador, liberal y reformista” que el PP de Núñez Feijóo se compromete a dar, en caso de alcanzar el poder, en los cien primeros días de la próxima legislatura y cuya plasmación son las sesenta medidas de su “Plan de Calidad Institucional”, habla por sí solo. ¿Cuántas de esas medidas desentonarían ahora mismo en un programa electoral de Ciudadanos, excepto las dos referidas al gobierno de la lista más votada? Me temo que ninguna.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán. Ojalá el caso Villacís sirva al menos para mejorarles la vista a los actuales dirigentes de Ciudadanos. No sólo muchos cargos del partido se lo agradecerán; también millones de españoles deseosos de dejar atrás de una vez por todas la pesadilla de estos últimos años.