El Tribunal Constitucional ha admitido a trámite el recurso del Gobierno central contra el cobro de un euro por receta aprobado por la Generalitat en junio pasado, lo que supone la suspensión cautelar de dicha tasa autonómica durante por lo menos cinco meses. Además, el Alto Tribunal también ha hecho lo propio con otras dos tasas autonómicas catalanas. Sobra añadir que si el Constitucional ha obrado de este modo no es por un sobrevenido afán de notoriedad después de tanto tiempo sesteando, sino porque cree que existen motivos suficientes para tomar en consideración la posible inconstitucionalidad de las medidas aprobadas en Cataluña. Sea como sea, las suspensiones no han gustado en absoluto a los actuales gestores del nuevo Estado «in progress». A decir verdad, las decisiones del Alto Tribunal sólo gustan al nacionalismo cuando le dan la razón, y últimamente, qué le vamos a hacer, no sucede así. En esta ocasión, además, la reacción del Ejecutivo autonómico ha adquirido tintes dramáticos. Su portavoz, el también consejero de Presidencia Francesc Homs, ha afirmado que «un día declararán inconstitucional respirar en catalán». Por supuesto, uno comprende el grado de asfixia en que debe de encontrarse el Gobierno de la Generalitat —basta echar una ojeada a la deuda que arrastra— y lo necesarios que pueden llegar a ser para sus arcas esos millones ingresados con el copago farmacéutico y cuya recaudación ha quedado ahora en suspenso. Pero una cosa es que a uno no le dejen respirar, y otra muy distinta que no le dejen respirar en catalán. No sé si han caído en la cuenta, pero con la respiración asistida el salto metafórico es enorme. Un triple mortal, casi. Se respira en catalán como se vive en catalán. Es decir, en una suerte de planeta imaginario donde la realidad no ocupa lugar, donde no rige ley alguna como no sea la que sus inventores, en cada circunstancia, tengan a bien urdir y aplicar. El paraíso, en definitiva. Eso sí, en catalán.

(ABC, 19 de enero de 2013)

Respiración asistida

    19 de enero de 2013