No parece que el recién nombrado director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) haya empezado con buen pie su mandato. Cuando menos a juzgar por las mociones que el Partido Popular de Cataluña acaba de promover en la Diputación barcelonesa y en el Ayuntamiento de la ciudad y en las que insta a ambas instituciones a revocar el nombramiento de Marçal Sintes y a convocar un concurso publico restringido —mociones que han sido aprobadas, ¡lo que han mudado los tiempos!, gracias al apoyo del PSC—. Es verdad que el convergente Salvador Esteve, presidente de la Diputación —verdadera pagana del asunto, pues aporta un 75% del presupuesto del CCCB—, ya se ha aprestado a declarar que no se siente en modo alguno obligado por esa clase de resoluciones o, lo que es lo mismo, que el nombramiento de Sintes —decidido, aseguran, por el propio Artur Mas— va a misa. Pero, más allá del procedimiento, lo que realmente subyace detrás de esas mociones baldías es la desavenencia en materia cultural entre CIU y PP —socios de gobierno más o menos declarados en Diputación y Ayuntamiento—. Y no porque cada uno tenga su programa, sino porque los primeros, como buenos nacionalistas, no tienen otro programa que la nación —y, para eso, un perfil como el de Sintes va que ni pintado—, mientras que los segundos, por desgracia, no tienen programa alguno. De ahí, sin duda, que a CIU le haya parecido ocioso consultar con su pareja política el nombre del sucesor de Josep Ramoneda al frente de la entidad. Como los populares catalanes no han mostrado nunca el menor interés en desarrollar un proyecto cultural propio, lo normal es que el resto de las fuerzas políticas los ninguneen. Y eso que en el reparto de carteras entre ambos socios el área de cultura de la Diputación correspondió al PP. Pero nada, ni por esas. Cuando uno renuncia desde el principio a hacerse respetar, ya no le queda sino el triste e inútil derecho al pataleo.

ABC, 24 de diciembre de 2011.

Mociones culturales

    24 de diciembre de 2011