En Barcelona hacemos las cosas bien, con tiempo y con amplitud de miras —al menos en teoría—. Y ello es así porque disponemos, desde 1988, de una entidad llamada Plan Estratégico. Esa entidad, que empezó ciñendo sus trabajos al ámbito de Barcelona para ampliarlos luego al conjunto del área metropolitana, se nutre del saber de profesionales de todos los sectores productivos. Esos profesionales analizan el estado de cada sector, detectan sus carencias, promueven estrategias, fijan retos y proponen medidas. A partir de ahí, son los políticos afectados quienes deben actuar. Durante el periodo 2009-2010, la Comisión de Prospectiva del Plan realizó una ingente labor, concretada en un documento titulado «Dibujemos la Barcelona del 2020» y presentado a mediados de 2010. Este documento daría paso, en noviembre del mismo año, a un nuevo Plan Estratégico que lleva como coletilla «Visión 2020». Entre los principales requerimientos de los miembros de la Comisión de Prospectiva para que la ciudad del futuro sea competitiva y no lo que es hoy en día —una suerte de reserva provinciana con ínfulas de grandeza—, estaban la drástica mejora de la educación a todos los niveles, la renuncia a la cultura de la subvención y la progresiva transformación de la sociedad metropolitana en una sociedad trilingüe. Esto es, la eliminación, de una vez por todas, del peaje identitario, ejemplificado en gran parte en la imposición del catalán como única lengua institucional. Así lo daban a entender en el documento emprendedores, empresarios y toda clase de expertos al reclamar, aparte de un dominio suficiente del inglés, la dignificación del castellano como idioma de relación de la Barcelona oficial —la de la administración, la universidad, la escuela— con sus ciudadanos y con el resto del mundo. Ha pasado año y medio desde entonces y sobra decir que nada ha cambiado. Lo que significa que, en 2020, o mucho me equivoco o vamos a seguir viendo visiones.

ABC, 10 de diciembre de 2011.

Estrategias y visiones

    10 de diciembre de 2011