ABC, 3 de septiembre 2011.
Hay que ver lo mucho que han evolucionado ciertos tropos en política. Los trenes, por ejemplo. Antes de la guerra civil el catalanismo tenía por costumbre establecer una analogía entre la composición de un tren y la situación política española. En ella, a la Cataluña próspera e industriosa le correspondía, cómo no, el papel de locomotora, mientras que la Castilla ociosa y funcionarial debía conformarse con el de furgón de cola. Aun así, nadie mínimamente sensato dudaba entonces de que una y otra región formasen parte de un mismo convoy. Ahora, en cambio, el catalanismo —por boca del ex presidente Pujol primero y del diputado Duran i Lleida después— ya no habla de un único tren, sino de dos, y encima en vías de colisión. Y es que, a su juicio, el acuerdo al que han llegado PP y PSOE para introducir en la Carta Magna un límite al gasto público, aparte de constituir una ruptura del pacto constitucional, va a suponer tarde o temprano un choque entre lo que ellos llaman Cataluña y España —esto es, entre el Gobierno autonómico y el del Estado—. Tal vez. Y hasta puede que resulte deseable; al fin y al cabo, cuanto antes termine la farsa mucho mejor. Pero lo que no me parece de recibo es imputar al Estado la responsabilidad de semejante situación. Aquí quienes han separado aquella locomotora de antaño del resto del convoy y la han encarado en la misma vía —dispuesta, pues, para el choque— son los partidos del catalanismo. O sea, todos los partidos catalanes menos PP y, luego, Ciutadans. Lo hicieron en vísperas de las elecciones autonómicas de 2003 al reivindicar un nuevo Estatuto, y desde entonces no han parado de forzar la máquina. Es verdad que contaron en su momento, y hasta hace bien poco, con la connivencia interesada del PSOE, y que, sin ella, no estaríamos seguramente donde estamos. Pero, insisto, como todo eso ya no tiene remedio, llévese el tropo hasta el final. Es decir, chóquese, y allá cada cual con sus miserias.
ABC, 3 de septiembre 2011.
ABC, 3 de septiembre 2011.