Madina Mayurqa, o sea, Ciudad de Mallorca, es el nombre árabe del núcleo urbano que en época romana era conocido como Palma y que, en feliz aglutinación adaptativa a los nuevos tiempos hispánicos, la división provincial de 1833 consagró oficialmente como Palma de Mallorca. Pero Madina Mayurqa es también el nombre de un instituto de educación secundaria de la ciudad. Y no de uno cualquiera. Que en su “Projecte educatiu de centre” figure el catalán como única lengua vehicular y de relación no constituye, como pueden imaginarse, ninguna singularidad. Ni en Palma, ni en Mallorca, ni en el conjunto de Baleares. Tampoco lo constituye el hecho de que el instituto participara como el primero en la huelga general de hace casi una década contra la implantación del trilingüismo en el sistema de enseñanza, huelga llevada a cabo por la autoproclamada Asamblea de Docentes con la connivencia de las asociaciones de padres y que derivó en lo que –debidamente aliñado con el malestar producido por los los recortes consecuentes a la crisis económica de 2008– se vino en llamar “la marea verde”, por el color de las camisetas, de lastimoso diseño y confección, con que los protestatarios iban uniformados.
Lo que en verdad singulariza al centro es que, siendo reconocido por el establishment palmesano, o sea, por la conjunción entre izquierda y pancatalanismo, como uno de los mejores destinos, de entre los de titularidad pública, para la educación integral de sus hijos; siendo el Madina Mayurqa uno de los que más han creído en el nuevo modelo educativo nacido con la Logse de 1990, macerado con la Loe de 2006 y llegado a su punto de máximo hervor con la Lomloe de 2020; siendo uno de los institutos más innovadores pedagógicamente y habiendo tenido como director hasta 2015 al presidente de la asociación de directores de educación secundaria de Mallorca –lo que le valió al interesado, por cierto, el salto ese mismo año a la condición de cargo directivo de confianza de la Consejería de Educación, condición de la que todavía no se ha apeado–; siendo todo lo anterior, en fin, una verdad incontestable, no deja de resultar sorprendente –y quién sabe si también revelador– que los docentes del Madina Mayurqa hayan sufrido ahora una suerte de caída del burro.
Así se deduce, al menos, del manifiesto que acaban de hacer público. Se titula “¡¡¡No en nuestro nombre!!!”, va firmado por “Asamblea IES Madina Mayurqa” y constituye un señor alegato contra la política seguida por la Consejería en los últimos años y, por extensión, contra la Lomloe, que la Administración autonómica balear aplica a su juicio a rajatabla y en cuya aplicación encuentra incluso un insólito e injustificable deleite. A esos sufrientes docentes, tan proclives a desobedecer las leyes cuando no son de su gusto, tan acostumbrados a salir a la calle para reivindicar lo que creen irrenunciable y que, en general, poco o nada tiene que ver con la enseñanza, no les cabe en la cabeza que aquellos a los que consideran de su cuerda, y entre ellos quien dirigió el propio centro hasta hace siete años, hayan llegado a semejante extremo. Puestos a no comprender, tampoco les alcanza que los sindicatos del ramo se muestren tan amansados o que los compañeros de otros institutos de aquella gloriosa marea de antaño no alcen la voz ante la gravedad del momento.
Y es que no pueden concebir que se les acuse de seguir trabajando en el aula como hace décadas, ellos que tanto se han esforzado, aseguran, en adaptarse a las nuevas tecnologías. Del mismo modo, se niegan a admitir que sea posible “relegar los contenidos a la periferia más alejada del acto educativo”, proscribirlos sistemáticamente del llamado “diseño curricular”. También se quejan de la permanente intromisión de la ley en el proceso de aprendizaje, y califican la Lomloe de “prospecto de posología rígidamente prefijada”. A un tiempo, denuncian la “progresiva e ineluctable imposición de las estrategias de trabajo y evaluación de primaria en la educación secundaria” o la perversa intención de “disuadir al docente de un pensamiento tan ominoso como el de suspender a un alumno/a”, lo que lleva a descargar al alumno de toda responsabilidad en el proceso de aprendizaje. Y, en fin, no se privan de rebelarse contra el empacho de burocratización que supone el seguimiento de las normas prescritas en detrimento de lo que debería ser, a su juicio, la educación.
Decía más arriba que esos docentes habían sufrido como una suerte de caída del burro. Y es que todo lo que ahora les resulta desconsiderado hacia su labor, antipedagógico, abusivo, insoportable incluso, estaba ya en el espíritu de aquella Logse que la Loe no rebajó y que con la Lomloe ha alcanzado su máxima y esperemos que definitiva expresión. Me refiero a la entronización de la tiranía del pedagogismo en detrimento de lo que debería haber sido una educación basada en el conocimiento. Que unos docentes que llevan lustros participando de esta farsa educativa hayan tardado tanto en abrir los ojos es penoso y tendría que constituir para ellos motivo de vergüenza y sonrojo. Pero el hecho en sí de la existencia de ese manifiesto tiene también su parte positiva: la certificación de la consunción, con el tiempo, del modelo. A fin de cuentas, la historia nos enseña que todos los totalitarismos, antes o después, acaban devorándose a sí mismos.