Leo, aquí y allí, que Ciudadanos ha encontrado por fin su Piedra de Rosetta. O quizá sería mejor hablar de su Camino de Damasco. Para ello han tenido que transcurrir dos largos años de dislates estratégicos, volantazos ideológicos, costaladas electorales y, en último término, sonoros fracasos políticos. Justo es reconocer que el runrún de que su actual dirección –sea esta una o trina– se estaba planteando cambiarle el nombre al partido llevaba ya algunos meses circulando. Si mal no recuerdo, desde las vísperas de aquella convención que sólo sirvió, al cabo, para eludir responsabilidades por los turbios manejos del aparato y el consiguiente desplome en toda clase de urnas. A Ciudadanos, se dijo, se le había acabado la cuerda. No al partido, ¡faltaría más!, se precisó; tan sólo a su denominación. ¿Y si en adelante lo llamáramos “Liberales”?

Pero aquel impulso quedó ahí, en apariencia. Hasta hace unos días, en que el buen resultado de los liberales alemanes en las elecciones al Bundestag hizo que prendiera de nuevo la llama. Los políticos, no es ningún secreto, siempre tratan de arrimar el ascua a su sardina. Y, en este caso, el éxito de los liberales alemanes –que han aumentado el porcentaje de voto y el número de escaños en relación con 2017, tras haber perdido su representación parlamentaria en las federales de 2013 al no superar la barrera del 5%– ha llevado a los autodenominados liberales españoles a tomarlos como ejemplo. Su situación no exactamente es la misma, pero podría parecerse a la de sus socios en ALDE –la alianza de los liberales en Europa– en 2013, a poco que las encuestas que pronostican en este momento su desaparición del Congreso de los Diputados se confirmen dentro de un par de años.

A mí, para qué ocultarlo, me encantaría que en España hubiera un partido liberal fuerte, con un porcentaje de representación en el Congreso parejo al que poseen desde hace dos legislaturas los alemanes, esto es, por encima del 10%, y que pudiera ejercer un papel moderador a derecha o a izquierda, según cuál fuese el escrutinio de las urnas. Pero me da que esa querencia va a quedar en nada.

En primer lugar, por aquello que decía Pla en abril de 1976 en sus Notes del capvesprol en relación con Jordi Pujol y su programa político: “El señor Jordi Pujol, por ejemplo, propuso para este país, al principio de su actuación, el sistema socialista de Suecia. Resulta, sin embargo, que aquí hay muy pocos suecos –poquísimos, y en la calle, ninguno–. Lo que hay en este país, señor Pujol, son catalanes y gente del país. Con el programa escandinavo –que usted desconoce por completo–, el señor Pujol intenta engatusar al país y ganar los votos y gobernar, porque este milhombres tiene una ambición terrible.” Pues bien, aunque en España hay hoy muchos más alemanes que no suecos había en la Cataluña de 45 años atrás, me van a permitir que ponga en duda que el ideario liberal esté mínimamente extendido. Y, de estarlo, ya tiene quien lo cobija en parte bajo sus siglas, como es el caso del Partido Popular, que se define como liberal conservador, y aplica, cuando menos en la Comunidad de Madrid, la parte más liberal de dicho ideario.

Por lo demás, para qué engañarnos, no está el horno para bollos –por seguir con expresiones que hunden sus raíces en nuestras tradiciones culinarias–. Lo prioritario a día de hoy es cambiar de mayoría gubernamental. Y esto, como se ha recordado a menudo últimamente y como confirman todos los sondeos, pasa por un futuro gobierno del PP, con el apoyo, mayor o menor, interno o externo, de Vox. A no ser que cambien mucho las cosas de aquí a final de legislatura. De lo que no debería deducirse, claro está, que carezca de sentido tratar de consolidar en España un partido liberal. Pero a su debido tiempo, tras esa deseable mutación de mayoría, no ahora.

¿Significa todo lo anterior que me parece mal aquel cambio de nombre del que venía hablándose? En absoluto. Es más, sólo le veo ventajas. Y la principal, que ello supondría dejar de discutir si Ciudadanos nació en 2005, con la publicación de aquel manifiesto que llamaba a fundar un nuevo partido político en Cataluña, o en 2006, cuando por fin se fundó, congreso fundacional mediante. Refúndese, pues. Y bautícese con este “Liberales” que tanto promete. Algunos de aquellos primeros firmantes, entre los que me cuento, lo agradecerán, no lo duden.


Liberales

    7 de octubre de 2021