1. El presidente Mas ha
anunciado que en septiembre hará un llamamiento a la sociedad catalana para que en Cataluña haya un «clamor» a favor del llamado pacto fiscal. Estupendo. «Haga, haga», como diría el Pla de Boadella. Pero, sobre todo, informe primero a esa sociedad catalana de lo que le va a costar la broma. Porque una campaña de este tipo no sale gratis. Para alcanzar la tierra prometida, no basta con que el presidente sueñe despierto con su Ítaca particular. Ni siquiera con que agarre una cámara de TV3 y suelte un discurso en que mezcle la conmemoración del tricentenario de la dulce derrota del 11 de septiembre de 1714 con la pronta celebración de la independencia. Hace falta algo más. Por ejemplo, que en las aulas catalanas, maestros y maestras instauren una actividad dinamizadora transversal consistente en enseñar a los niños a distinguir una balanza catalana de una castellana. Y que la radio y la televisión públicas dediquen gran parte de su tiempo a tratar del asunto, con documentales, entrevistas y debates. Y que el resto de los medios de comunicación catalanes —todos subvencionados, al cabo— hagan lo propio, cada cual dentro de sus posibilidades, esto es, del dinero público que percibe. Y que las entidades que funcionan como «force de frappe» nacionalista, con Òmnium a la cabeza —todas largamente subvencionadas también—, monten el pollo en la calle. Pero como todo esto vale lo que vale y el dinero no es suyo, Mas debería detallar primero su coste en sede parlamentaria y, si procede, someter la campaña y el montante a votación. Que «la pela és la pela», canastos.
2. Cincuenta años. Este es el
límite fijado por el Ministerio. Si la diferencia de edad entre padres adoptadores y niños adoptativos supera el medio siglo, la adopción será imposible. Me parece fantástico. Ya va siendo hora de poner freno a esos yayoflautas que confunden la condición de padre con la de abuelo y, lo que es peor, a sus hijos con sus nietos.
(ABC, 11 de agosto de 2012)