1. Maragall. Los Maragall. El mayor, con sus desvaríos estatutarios y su afán por convertir el Estado en algo residual en Cataluña, allanando el terreno. El menor, con sus recientes desviaciones fiscales en sede parlamentaria, tratando de rematar la faena. Y, en medio, un partido roto, en el que los otrora «capitanes» no han tenido empacho alguno en reírles durante ocho años las gracias y las locuras a los miembros de la familia y a sus allegados nacionalistas, siempre y cuando recibieran a cambio, para sí y los suyos, cargos y prebendas. Parece que los «capitanes» de ahora, sin poder que ejercer ni compartir, excepto el muy limitado del partido, y ante la deslealtad manifiesta del último de los Maragall al votar en el Parlamento autonómico a favor de una hacienda propia —esto es, en la línea de CIU y no en la de la tímida abstención del PSC—, le han pedido al traidor que entregue las armas parlamentarias. Pero Ernest Maragall ha respondido que nones, que no se va, que el escaño es suyo. Y enseguida ha salido Joaquim Nadal, presidente del grupo parlamentario, a apoyarle y decir que hasta 10 de los 28 diputados habrían secundado al díscolo de no ser por la disciplina de partido y la tan manida «cohesión interna». O sea, 11 de los 28 miembros del grupo militan ya en CIU, aunque no lo sepan y cobren por otro concepto. Como el consejero Mascarell, vaya. Pobre socialismo autóctono, ¡quién te ha visto y quién te ve!

2. Aun así, lo de Cataluña tiene remedio. ¿Que está usted harto de que le consideren catalán, de que le mezclen con esta clase política que lo lleva al desastre? ¿Que se siente usted huérfano de pueblo, en una palabra? No desespere y apúntese al proyecto Aquarius. Según reza la campaña, podrá ser adoptado «por un pueblito bueno» y podrá, al mismo tiempo, llenar «de vida sus calles» con su «amor de (…) urbanita huérfano de pueblo». Eso sí, asegúrese antes, claro, de que el pueblito en cuestión no está en Cataluña.



(ABC, 4 de agosto de 2012)

Apuntes veraniegos (1)

    4 de agosto de 2012