Claro que, en el fondo, lo que más le habría convenido al presidente es dirigirse al pueblo únicamente en castellano. Otra de las lecciones de su declaración del martes es que, a pesar de las clases de catalán que prometió tomar a comienzos de legislatura y que supongo que habrá tomado religiosamente, el hombre sigue muy lejos del nivel C. Así, a primera vista, yo diría que está ahora mismo entre el A y el B. Lo que ignoro es si sube o baja, Y esa deficiencia tiene, por supuesto, sus secuelas. Un ejemplo. Las crónicas indican que el presidente pidió a los distintos contendientes en liza juego limpio. Es decir, «joc net». Pues bien, oyéndole en catalán, era imposible saber si pedía «joc net» o «lloc net». Lo cual, convendrán conmigo, no constituye una ambigüedad cualquiera. Después de los casos «Millet» y «Pretoria», que estuviera pidiendo un lugar limpio resultaría incluso mucho más acorde con la situación de la política catalana que la simple y tópica reclamación del juego limpio.
Por no hablar de la alusión a la trascendencia de estos comicios. Sin cortarse un pelo, el presidente afirmó que iban a marcar el camino de «Cataluña no en una legislatura, sino (…) en toda una generación». Ahí es nada, el camino de Cataluña y durante quince o treinta años —según si echamos mano de las generaciones de Ortega o del cómputo tradicional—. Como no hay por qué dudar de que Montilla está en su sano juicio, me temo, queridos lectores, que estas van a ser las últimas elecciones autonómicas en unos cuantos lustros. O, lo que es lo mismo, que vienen tiempos de dictadura.
ABC, 11 de septiembre de 2010.